sábado, 3 de julio de 2021

Peores que los críos.

 


Era imposible no ver a aquel personaje. Con media melena rubia teñida, una camisa 
de flores y un bronceado tan llamativo que era muy poco probable que fuera natural, ese individuo parecía un luchador de Pressing Catch. Tras tirar una lata en una papelera, aquel espécimen, al cual se le notaba por su aspecto un nada despreciable poder adquisitivo empezó a pedir algo a las personas que pasaban a su lado. Cuando Fran llegó a su altura comprendió lo que buscaba:

No tendrás una mascarilla, ¿verdad? —dijo el sujeto con un acento pijo muy evidente.

Tras negarle nuestro protagonista aquel complemento se lo pidió a dos personas más, hasta que un chico de unos 20 años le dijo de malas maneras que era él quien debía cuidarse de no salir en tiempos de pandemia con el rostro descubierto. El chaval fue quizás un poco rudo en su forma de decírselo, pero Fran compartía la idea y sospechaba que las otras cinco personas que había en aquella acera también. Otro transeúnte le dijo que había justo unos metros más adelante una farmacia, que ahí podía comprarla si se le había roto o estropeado la que llevaba. El pijo aquel, de un nivel de posibles bastante evidente, sin embargo, no parecía dispuesto a gastarlo en aquel adminículo indispensable. Antes prefirió mendigarla por la calle hasta que sorprendentemente, una niña de unos diez años sacó de su mochila un paquete de mascarillas y le proporcionó una.

Gracias, chiqui. Eres superguay la única que ha querido servirme —dijo el individuo aquel dando otra vez una exhibición de dejes de adinerado estúpido. 


Y con su corta edad más responsable que tú, pensó nuestro protagonista, que sentía un enorme deseo

de emprenderla con aquel individuo, de cogerlo de una oreja, y obligarle a pagar la mascarilla a la

pequeña, y al doble del precio de fábrica. Desde el principio de la pandemia la capa más alta de la

sociedad donde vivía nuestro protagonista, vergonzosamente estúpida y lamentablemente rica, había
demostrado un desprecio por toda norma de contención o higiene preocupante. Además, muchos
tenían la sensación de que por ser quienes eran, las autoridades no se sentían capaces de meterlos
en cintura. Ahora una niña pequeña debía pagar por la estupidez del Pocholo aquel. Pero la verdad es
que aunque Fran pensaba aquello, solo el veinteañero que había visto antes había respondido al ser
aquel. ¿Era nuestro protagonista, él mismo, permisivo con aquel tipo de gente? ¿Se estaba haciendo
mayor? En cualquier caso era agradble a tenor de lo visto que parecía que las generaciones más
jóvenes que él eran responsables como la pequeña que le cedió una mascarilla, y parecían dispuestos
a defender lo suyo, como el veinteañero. A ver si ellos son capaces de meter en cintura a estos
indeseables, pensó.


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