Pensaba en qué se iba a poner para vestirse aquel día. Los pantalones los tuvo claros en cuanto
vio aquellos vaqueros. La parte de arriba sería más difícil. Empezó a buscar y quería una sudadera
o jersey que destacara sobre ellos. Tenía a la vista su jersey verde, pero se lo había puesto hacía
poco y no quería repetir. Entonces debajo apareció una sudadera de color gris. No estaba mal, pero
quería otra cosa que resaltara más, sobre todo un jersey granate que era lo que tenía en su mente.
Siguió buscando y apareció un jersey gris, enredado con él unos calzoncillos grises... se refrenó
viendo que estaba revolviendo todo el cajón después de la última vez que había pasado horas
organizando su contenido. Dejó un momento su búsqueda y volvió a organizarlo. Apartó aquellos
calcetines ¿grises? Pues sí, resultaba que así a lo tonto tenía un montón de ropa de ese color, nunca
se había dado cuenta. Y camisetas grises, y un chándal gris, y unos pantalones grises... No se había
dado cuenta nunca pero parecía ser el color más abundante en su vestuario. De pronto empezaba
a ver grises colores parecidos como ciertos tonos de azul, alguna prenda blanca, y mira que tenía
pocas para que no se le mancharan... Aparecieron sus pantalones de trabajo, también grises, que era
un color bien pensado en actividades donde la ropa corría riesgo de mancharse... También surgió
una bufanda del color que ustedes se imaginan, un desconocido guante gris... Y encima uno solo.
¿Cómo era posible que eso siguiera ahí si había hecho criba de ropa inservible hacía nada? Y sí,
por fin apareció el jersey rojo que buscaba. Luego tendría que mirar en la cesta de la ropa que
venía de la lavadora, `porque estaba seguro de que tenía mucha más variedad en sus prendas. Pero
el tono gris de las mismas era abrumador. Cuando salió de su cuarto, Carolina Gordal le dijo lo que
más le podía gustar oír justo en ese momento:
—Qué guapo estás, Fran.—Gracias, creía que me había vuelto un tío insignificante y gris.
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