Remitiendo una vez más la pandemia, nuestro protagonista pensaba que por fin podría
ir por la calle sin la preceptiva mascarilla que se había vuelto imprescindible
desde que aquella plaga afligía su planeta. Sin embargo, otro fenómeno ocupó los
telediarios de la mañana: desde el sur del país donde vivía nuestro héroe se estaba
desplazando una masa de aire cargada de polvo del desierto y similares. Esta
alteración meteorológica recibía el nombre de calima. Por tal motivo las autoridades
recomendaban una serie de pautas: que no salieran de casa los enfermos del aparato
respiratorio, no hacer deporte al aire libre hasta que dicha
calima remitiera y se recomendaba la mascarilla Cuando Fran salió de su casa todavía no
había amanecido del todo. Sin embargo, al volver de su trabajo, con la primera luz de la
tarde observó aquel fenómeno en toda su claridad: una extraña luz anaranjada lo envolvía
todo. Parecía que un filtro fotográfico tendiente a aquel color se hubiera aplicado a
toda la realidad. Sus deseos chocaban frontalmente con las recomendaciones de las
autoridades. Al final pensó que llevaba demasiado tiempo siendo bueno, y que sin tener
ninguna enfermedad respiratoria ni ninguna afección que pudiera agravársele se iba a dar
el gusto de no llevar la mascarilla. Llegó así a su casa sin sufrir ninguna molestia.
Doña Marta Palacios le preguntó por todo aquello:
—Holahijonosésihasvistolacalimaestaasquerosaescomolatormentadenievedelañopasadoperocon arenaenvezdenieveynodejansaliralosmismosqueconlapandemiacadavezvieneunacosadistintaqueno nosdejahacerlavidanormal... —Pues yo no he tenido el menor problema, he venido sin la mascarilla y muy agradable todo. —Joder, Fran —intervino Juan Gordal —. Pues yo no me he ahogado, pero al final sentía picorcillo
en los ojos y la graganta. —Hay países donde esto es habitual. No creo que paren su vida por eso. En Túnez en mitad del
desierto no vimos tormentas de arena ni nada. —Pues lo que no nos pasó en Túnez lo tenemos aquí —añadió Carolina —. Y nos ha molestado. —Está bien. Cuando no es una cosa es otra, pero no nos libramos de la mascarilla ni pa
Cristo —sentenció Fran.
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