Paseaba nuestro protagonista por aquel parque y vio a varios ciclistas caminando por la ruta que
existía para las bicicletas. Se dijo que hacía tiempo que él no cogía la suya. Lo había dejado porque
había engordado y no cabía en su ropa de ciclista. Luego pensó en el tiempo que su máquina llevaba
esquinada en casa sin que nuestro protagonista la cogiera. Había que adelgazar, o quizás, qué coño,
montándola era el mejor modo de recuperar la silueta y los hábitos perdidos. Mientras andaba en sus
reflexiones en el punto de si la tenía bien guardada en aquel rincón su vista topó con algo insólito: en
el tercer piso de un bloque se veía una bicicleta en posición vertical cuya rueda delantera casi asomaba
por la ventana. Parecía peligroso. Meditó un minuto si habría algún modo factible de decir algo al
respecto al habitante de la casa y dueño de aquel ciclo. Comprendió que no lo había, y concibió
entonces que él, después de todo, tenía unas condiciones mejores de lo que creía y le parecía con
su velocípedo. También se preguntó si en aquella casa tendrían todo el resto de la equipación en
buenas condiciones o desperdigado por todas partes: maillot, cullote, cascos, herramientas, bombas
de aire... Todo aquello que nuestro personaje tenia recogido en una mochila. Alguna vez había oído
a los comentaristas del ciclismo profesional contar todo el dispositivo que llevaban los equipos del
deporte de las dos ruedas y se había asombrado de la auténtica ciudad móvil que ponían a disposición
de los corredores. Supuso que entre aquello y dejar la bicicleta colgada con una rueda fuera habría
un término medio. Entonces pasaron a su lado dos ciclistas más. Iban hablando entre ellos:
—Pues yo creo que ya puedo hacer casi todo lo que da de sí una bicicleta, y solo llevo gastados
3000 euros —dijo uno de ellos. —Yo, si fuera tú, me pillaría unas zapatillas buenas.Hablaban de 3000 euros como si fuera una cantidad irrisoria. Fran se preguntó si todo su
equipamiento ciclista llegaría a los 800. Comprado a lo largo de meses con mucho esfuerzo.
Sí, ciertamente entre el de la bicicleta colgada y las estrellas del Tour había muchos escalones
intermedios.
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