años la celebración al estilo de aquella fiesta más anglosajona que española tomaba forma y
presencia en las calles y establecimientos. Por todas partes había calabazas sonrientes, esqueletos,
disfraces y mascarillas y toda la decoración característica. Viendo los disfraces en el escaparate en
una tienda pensó en lo ridículos que parecían unos trajes hechos para asemejarse a monstruos
terroríficos. Claro, se dijo, que quizás en esa fiesta se buscaba más el entretenimiento y la diversión
que la fidelidad al personaje. Por lo menos si él se disfrazara buscaría un traje que no le fuera bien,
que algunos parecían contrahechos con sus aditamentos. Pensaba también en todas las chicas monas
disfrazadas de brujitas y similares, montruos muy agradables de ver. Pero entonces llegó el engendro.
En un cruce encontró una cabeza parlante de payaso siniestro. El típico payaso terrorífico que
aparece en muchas películas de terror. Era una cabeza de payaso moviéndose por el suelo y era
muy muy real. En el espacio de lo que debieron ser no más de dos o tres segundos nuestro
protagonista se estremeció y casi gritó... Pero entonces cayó en la cuenta. Lo que había visto de
reojo era real, pero obviamente no era ninguna cabeza viva, ni de payaso ni de persona. El terrorífico
monstruo que había sobrecogido a n uestro protagonista no era más que un niño de muy corta edad
en una de esas bicicletas infantiles sin pedales y con una máscara de payaso asesino. Se le oía reír
bajo la careta, quién sabía si conociendo la impresión que causaba en los adultos. Después de caer
en la cuenta de lo ocurrido, Fran rió también. Parecía que después de todo aquellos disfraces sí
podían asustar e impresionar. Poco después lo comentó en su casa.
—Es que los niños pequeños pueden dar mucho miedo, piensa en todas las películas de niñosvestidos de blanco en un bosque —le comentó Carolina Gordal.—Igual eso también explica que a ellos les guste tanto esta fiesta. —YosoloséquecuandovielHalloweenenETqueeradel82nosabíaaquínadienadadeporquélosniñosse disfrazabanyhabíaqueexplicárseloyhoytodosvanconlacalabazaylosdisfracesqueparecementiracómo hacambiadoestoyaquíoíamosenTenorio...—volvió a decir Doña Marta Palacios —Huy, mamá, nunca nos lo habías dicho —respondió nuestro protagonista irónicamente —PuesesqueahoraseveportodaspartesyomeimaginoqueelTenoriolopondránporalgúnsitioporqueyo quierooírloylosniñosestánmuygraciososlesdarécaramelosperohabríaquedarlesbuñuelosdevientoy huesosdesanto... —Bueno, mamá, disfruta y disfrutemos por papá y por todos los que ya no están.
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