—Bueno, pues ya
está. Ya he traído
lo que hacía
falta —dijo
nuestro
protagonista
al volver de
aquella compra
en el supermercado —¡Pero te has llevado una bolsa de plástico de aquí! —gritó Carolina. —Pues claro. Si la tenía no voy a gastar más. —Podrías haberte llevado una de tela como todo el mundo —intervino Juan. —¿Pero qué importancia tiene? —preguntó Fran asombradísimo. —No se puede ir con una bolsa de plástico a eso.Nuestro protagonista no podía creerlo. Después de haber comprobado una lista de enseres y
productos necesarios en casa había bajado para traerla con una bolsa que de hecho era de las
mismas que proporcionaba aquel establecimiento. Pero sus hermanos estaban más enfadados
por la bolsa que agradecidos por la compra.
—¿No te acuerdas de lo que dijo el Piedrahíta? Esas bolsas sólo valen para suplentes de bolsa
de basura —le dijo Juan Gordal. —Ya no —comentó Fran—, porque el asunto del reciclaje está reglamentadísimo. —¿Y qué ibas? ¿Por la calle con una bolsa de plástico vacía colgada del brazo? —le inquirió
Carolina. —Pues sí, no veo que tenga nada de raro. Y además aún tendrá que hacer muchos más usos para
que el plástico quede amortizado —añadió Fran. —Bueno, pues tú no vas a darle más oportunidades —sentenció Juan—. A partir de ahora haces
las compras con bolsas de tela. —Joder, espero que seas igual de estricto con las cosas importantes —comentó nuestro protagonista. —Pues sí, la imagen lo es. —Vale, pues la próxima vez no iré a la comprar y llenaré todo de plásticos pero quedaré de
puta madre —concluyó nuestro protagonista.