-Aquí está su correa, el comedero, la pelota... -dijo nuestro héroe repasando la bolsa de Malita, la perra de tía Maria Cristina y tío Paco.
-Sí, ya puede irse. Y la voy a echar de menos -dijo Doña Marta Palacios, sollozando un poco.
Fran no daba crédito a sus ojos. La perra había estado una semana en la casa, el tiempo de que los tíos de nuestro protagonista hiciesen un viaje al extranjero. Ahora volvían a por ella, y era hora de devolverla. Pero Doña Marta parecía estar perdiendo al mismísimo Diez a tenor de su reacción.
-Joder, mamá, ni que fueses una niña de ocho años. Sabías a lo que venía, y dónde está si quieres ir a verla. ¿Literalmente vas a coger pla perra?
-Bueno, pues yo la echo de menos -dijo secándo se los ojos.
-Diez es nuestro perro y ella sólo estaba de paso. No hay para tanto.
En aquel momento llamaron al portero automático. Eran, claro, tía Maria cristina y tío Paco. Nuestro protagonista cogió la bolsa y la perra y bajó con ellos en el ascensor.
-¡Malita, mi perruna! - Tía Maria cristina la llamaba así.
-¡Qué bien la habeis cuidado! Se nota que es ella, pero de buen aspecto que tiene está irreconocible -añadió el tío.
-¡Y se va así, sin mirar a nosotros para nada! -sollozó Doña Marta.
-Mamá, son sus amos.
-Pero yo mañana iré a sacar a Diez sin ella y estoy muy apenada.
-Joder, mamá. Que los tíos sí dejaron a su perra aquí y no montaron este pollo al separarse de ella. ¡A ver si te vas a estar volviendo una vieja de estas que empatizan de forma exagerada con los animales!
-¡Como me vuelvas a decir eso, te pego un bofetón!
-Bueno, dile adiós a la perra.
Doña Marta volvió a lloriquear.
-De aquí al asilo -se dijo nuestro protagonista.
-Quenovuelvasadeciresoyonoestoyviejamedapenaquesevayalaperra...
-Venga, vamos a ver a Diez, a ver si él te entiende.
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