-¡Ay que mona, la perrita! Mira como se restriega. ¿Me la dejas? -preguntó aquella señora de
respetable edad.
-Bueno, puede acariciarle, pero es un macho.
Desde los tiempos en que tuvo su primer perro, Coll, nuestro protagonista observó cómo había gente
que era sencillamente incapaz de comprender que un perro más pequeño que un pastor alemán podía
ser macho. Además, era el mismo típo de amante de los animales cursi que usualmente podía ponerles
un lazo y no dejarles pisar el suelo. Normalmente señoras de avanzada edad solitarias, y aún más si el
perro era como Diez, pequeño y lanudo. Tras soportar con resignación que aquella mujer le tocase la
cabeza, Diez volvió hacia su amo y se refugió. Pero la mujer seguía en sus trece:
-¡Adios, bonita! Y a ver si no la obligas a andar, que la pobre va con la lengua fuera.
¡Claro que iba con la lengua fuera! Era un perro, así, en masculino. Y desde luego, en opinión de
nuestro protagonista, era mucho más adecuado que viviese al modo en que viven los perros que una
muñequita chochona. Al llegar a casa, reparó en que Doña Marta Palacios, su madre, iba ya
acumulando edad, se acercaba lentamente a ellas pero no era ni mucho menos de ese tipo de señoras:
-HolaDiezholafranyaveoquehabéisvueltoestabadeseandoverosseguroqueelpaseolehasentadomuy
bienquetodaslasmañanasvieneconmigoycorretea...
-Bueno, me alegra verte así, porque he tenido un contacto con...
-¡No me digas más! Con esa mujer que todas las mañanas veo y le toma por una perrita, y habla
de que no tiene que tocar el suelo.
-Sí,exacto.
-Lo sé porque no para de decirme que Juan y tú no entendéis la perrita y que la machacáis a andar,
cuando debería ir en brazos.
-Bueno, pues no es lo que nos dice la veterinaria.
-Ya, yo se lo he dicho también pero no hay manera. Como de que entienda que Diez es macho.
-Lo que me asombra es que te lo diga a ti también, usualmente esas señoras solo hablan con tios
como Juan y como yo, a veces nos toman por maltratadores.
-Bueno, a mí me propone que me quede con ella a tomar el té, cosa que no me apetece mucho.
-En fin, espero que no te conviertas en una anciana como esa, que amí me estomagan un poco.
-Yo creo que precisamente Juan y tú haréis que no sea así, porque casi todas son señoras sin familia.
-Pues mira, con eso ya habré justificado el venir al mundo.
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