-Un
manojito de romero... ¡Y voilà! -dijo orgulloso nuestro
protagonista.
Aquella
salsa quedaría con el pollo asado de maravilla y sería un verdadero
manjar para comer. Incluso Juan, melindres por naturaleza la
apreciaría. La verdad es que las dos horas que quedaban hasta el
momento de sentarse a la mesa fueron muy largas para nuestro héroe,
porque estaba deseando que Doña Marta Palacios y Juan apreciasen su
salsa. Por fin llegó Doña Marta palacios. Venía tan frenética
como siempre:
-Ayhijomenosmalquellegoporqueheestadoponiendolasnotasamisalumnosyalgunosvienenareclamar
porcdaestupidezquetedanganasdemandarlosapaseoperoyonopuedoporqueafindecuentaslosquieroson
buenoschicosy...
-Bueno,
toma aire y siéntate a la mesa. Ahora voy a despertar a Juan.
¡Juaaaaaaaaaaaaaaaaaan , reptil despreciable, despiertaaaaa!
-No
le hables así, es tu hermano.
-Pero
duerme como una marmota, el cabrón. Debe de ser animación suspendida
o letargo. ¡Tenemos que comer ya!
-Gvoy
a dungcharbe -dijo Juan con su voz de recién despertado.
-¡Joder,
pues date prisa! Y yo que tenía todo pensado!
-¡Cómo
te pones con la comida! -dijo Doña Marta.
-Hay
motivo -respondió Fran y se sentó a esperar.
Veinticinco
minutos después, Juan salió de la ducha. Parecía que por fin iba a
poder lucir su obra. Pero llamaron al teléfono, y Doña Marta
Palacios se puso a atenderlos. Eran los responsables del gas, que
pedían hora para una revisión.
-¡Mamá,
cuélgalos rápido y vamos a comer!
-¡Ay,
hijo, las cosas llevan su tiempo!
Por
fin los colgó, y se sentó a la mesa.
-Bueno
-comenzó a decir Fran-, después de acordar la revisión...
-No,
no he conseguido hora, ya lo hablaré.
Nuestro
héroe contuvo su ira y decidió seguir sirviendo el pollo y su
salsa. Pero de nuevo Doña Marta interrumpió:
-¿Hay
pan?
-¡¿Cómo?!
¡¿No has traído tú?! -dijo nuestro protagonista.
-No,
hijo, hoy venía de lo de las notas y..
-¡Joder,
bueno ya bajo a por él.
Dos
barras de pan y diez minutos más tarde, ya sí que parecía todo a
punto para que se luciese. Sirvió la salsa y comentó:
-La
he hecho con el jugo del pollo, un limón y...
En
este punto Juan quiso coger una servilleta, pero al hacerlo no midió
bien un movimiento brusco de su brazo y volcó la salsera, tirándola
toda.
-Mira,
me dan ganas de... Se me ha quitado el hambre y todo.
-¿Te
hago una manzanilla, hijo? ¿Estás enfermo? -dijo Doña Marta.
-No,
me habéis puesto enfermo, que es distinto.
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