-Bueno
-dijo la veterinaria-, ya va bajando la hinchazón en el cuello.
Nuestro
protagonista respiró tranquilo. Diez
llevaba una semana de tratamiento para aliviar el mal de glándulas
salivales que padecía. Oír aquello supuso un gran alivio para Fran,
que estaba harto de no saber cómo hacer que el perro ingiriese las
pastillas y tuviese que hacerlo su hermano.
-Ya
no necesitarás más inyecciones, Diez
-dijo la veterinaria mientras examinaba al perro, confirmando en
apariencia las impresiones de nuestro protagonista.
-¿Entonces,
acabó el trtamiento? -preguntó Fran.
-Bueno,
verás, Diez
ya
tiene una edad. Y entonces pues el corazón igual necesita un
estímulo...
-¿
Y entonces?
-Bueno,
yo os aconsejaría que les dieseis estas otras pastillas.
Fran
se echó las manos a la cabeza. Le quitaban unas pastillas y le
mandaban otras ¿cómo encajaría Juan aquello? Afligido se dio la
vuelta y cuando ya se iba la doctora le paró:
-Espera,
que no he terminado. El antiinflamamatorio se lo dais en casa con
estos comprimidos.
Fran
no podía creerlo: había pasado de dos pastillas a cuatro. Será
verdad que Diez ya tira para viejo, y habrá que acostumbrarse a
ello. Pero no sabía cómo iba a hacer Juan para darle las cuatro.
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