-Bueno,
y hemos llegado -dijo Juan Gordal a Fran-. Pues nada, saca tú a Diez
y yo me pongo a preparar la cena.
-Sí,
hoy mamá venía tarde ¿no?
-Pues
sí, pero ya nos apañaremos.
-Diez
-gritó nuestro hombre-, Diez... ¿Diez?
-¿Qué
pasa? ¿No está?
-No
viene.
-¡No
me digas que te lo has dejado por ahí otra vez!
-No
seas cabrón, que la última vez que salió tú venías conmigo.
-Pues
tampoco están su correa ni su collar. ¡Te lo has dejado! ¿Cuántas
veces va a ocurrirte?
-Juan,
no insistas, que me estoy cabreando -respondió Fran haciendo un
enorme esfuerzo por contener su ira.
-¡Y
encima te cabreas! Seguro que está en el supermercado. Voy a por él.
El
mayor de los hermanos salió por la puerta, y nuestro protagonista se
quedó en casa supuestamente haciendo la cena, pero no podía dejar
de pensar en el perro y sus complementos. Los buscó una y otra ves.
Cuando pasados diez minutos Juan volvió, venía solo.
-No
estaba allí, claro, lo habrá recogido alguien ya, es para darte de
bofetadas.
-Oye,
contrólate un poco ¿eh?
En
este punto un sonido vino de la cocina captando la atención de los
hermanos. Algo hervía en la olla express. ¡Y ninguno la había
puesto!
-Joder,
espero que seas consciente de lo que eso significa -dijo Fran.
Solo
un minuto más tarde, llegó la confirmación definitiva: Doña Marta
abrió la puerta, y traía a Diez con él. En efecto, por algún
motivo la madre de nuestro protagonista había salido antes, y había
llevado ella a Diez a la calle. ¡Y los dos hermanos, en vez de
suponer eso, casi llegaron a las manos!
-¿Cómo
es que estás aquí mamá?
-Pueshijosegúnosfuisteismellamóunademisamigasqueveníanquesehabíapuestoenfermayentoncesyo
yanohesalidoporloqueherecogidoyhetraídolacomprayhorameibaconDiezperovosotrosyaahabéisllega
doytendríasisquehabersacadoaDiezperoyano...
-Ya
ves, Juan, su amiga enferma, pero ella está tan bien como siempre.
-Sí,
te pido perdón, Fran te he acusado de forma prematura y temeraria.
En fin ¿qué has hecho de cena?
En
este punto nuestro protagonista recordó que no había hecho nada al
respecto. Se hbía puesto a buscar las cosas de Diez y eso se le
había pasado.
-Pues
lo siento, pero solo tenemos lo que haya en la olla.
-¡Yo a
ti te mato!¡No se puede dejar nada en tus manos!
-¿Ya
estamos otra vez? Tú has metido la pata tanto como yo.
-Buenohijosallísólohayunaverduraahoraharemosunoshuevosoalgonoosovolváisapelear...
-¿No
te da vergüenza que tu madre tenga ahora que ponerse a trabajar?
-Mira,
Juan, vete a la mierda. El caso es quejarse de mí.
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