Todo
empezó el día en que la familia se desplazó a un ciudad cercana a
la de su domicilio para celebrar el cumpleaños de Carolina. Diez
roncaba, cosa nada extraña en él, pero de forma contínua y por
momentos angustiosa. En el coche del tío Paco se oían de fondo sus
ruidos respiratorios.
-El
caso es que de estado general está bien -decía Doña Marta
Palacios.
-¡No
digas eso, está para el arrastre! ¡Por favor, tenéis que llevarlo
mañana mismo al veterinario! -dijo Carolina casi llorando.
-Cárol,
no empieces, si por ti fuese lo hubiésemos sacrificado ya tantas
veces como su nombre dice -terció Fran.
-¿Lo
dices tú, que intentaste aplastarle el bulto que tiene en el cuello
a maanotazos? -respondió Carolina.
-
Seguramente tendrá que ver con eso -dijo Juan, mañana nos lo dirá
la veterinaria.
-Pero
por favor, no dejéis que lo maten.
-¡Qué
mnía con matarlo! -dijo Fran.
La
veterinaria examinó al perro y emitió un rapidísimo diagnóstico:
lo que tenía era una glándula salival infectada y había que ver
por qué. Por ello encargó unas radiografías. Pero no era grave,
con un par de inyecciones le bajó en seguida. Pero costaron 110
euros.
-Y
hay que poner más, es un tratamiento de antibióticos.
-Bueno,
todo sea por el bienestar de Diez.
Tras
dos días de inyecciones, el perro estaba notoriamente mejor. Pero
cada un costaba 40 euros.
-La
glándula no tenía nada dentro que la infectase, eso es bueno -dijo
la veterinaria-. Es una infección normal y con antibióticos se
pasará.
El
tratamiento completo curó del todo a Diez, pero Juan debió
renunciar a comprarse unos pantalones nuevos como había planeado
aquel mes.
-En
este momento se da uno cuenta de todo lo que te da la Seguridad
Social -dijo Juan Gordal -. Tener un perro es maravilloso por todo lo
que te enseña, para bien y para mal.
-Igual
deberíamos hacerle un seguro al perro, pero eso nunca se piensa, y
luego igual no cubre.
-De
todas maneras, lo importante es que está curado.
-Sí,
llama tú a Carol a decírselo.
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