miércoles, 23 de noviembre de 2016

Cartero.

-Bueno -dijo Juan a nuestro protagonista-, ¿por fin te has decidido a leer otra cosa?
-Sí, de Bukowski, que había oído hablar mucho de él pero no había leído nada.
-¿Cuál es?
-Pues Cartero.
-¡Ah, sí, muy bueno! Uno más de su personaje trasunto de sí mismo, Henry Chinaski. Aquí, como dice el título tiene que hacer de Cartero. Y es un cartero muy especial.
-Sí, ya he visto como trata el correo, a los clientes, cómo se va a beber y a apostar, y encima se pone muy serio diciendo: “está usted hablando con el correo de los Estados Unidos”. Con lo importantes y considerados que son allí los carteros.
-A mi lo que me gusta de Bukowski es que sus libros que en el fondo son de lo más bajo de la sociedad son como sombríos pero siempre te ríes.
-Es que es exagerado, pero creo que todos somos un poco como Chinaski, con nuestro lado oscuro y a la vez tratando de medrar en sociedad.
-Pero es que el prinfipio ya te deja con ganas de más:
-Sí, ya lo recuerdo: 


"Empezó por una equivocación.
Estábamos en navidades y me enteré por el borracho que vivía calle arriba, y
que lo hacía todos los años, que contrataban a cualquiera que se presentase,
así que fui y lo siguiente que supe fue que tenía una saca de cuero a mis
espaldas y que me dedicaba a pasear a mis anchas. Vaya un trabajo, pensé.
¡Tirado! Sólo te daban una manzana o dos y si te las arreglabas para terminar,
el cartero regular te asignaba otra manzana para repartir el correo, o también
podías volver y el jefe te mandaba a otra parte, pero lo mejor que podías hacer
era tomarte tu tiempo y meter relajadamente las tarjetas de Navidad en los
buzones.
Creo que fue en mi segundo día como auxiliar de Navidad cuando esta
mujerona salió y se puso a andar a mi lado mientras yo repartía las cartas.
Cuando digo mujerona me refiero a que tenía un culazo y unas tetazas y en
general era grande en todos los lugares adecuados. Parecía estar un poco
chiflada, pero me ponía a mirar su cuerpo y no me importaba demasiado.
Hablaba y hablaba y hablaba. Entonces salió la cosa.
Su marido trabajaba en una isla lejana y se sentía sola, ya sabes, y vivía en
aquella casita de allá atrás, toda para ella".

 Tras este inicio tan prometedor se oculta un relato muy al estilo de Bukowski, con un canalla simpático que nadie debería perderse. Si le gustan a usted las novelas autobiográficas, pierda un  momento en leer este relato, que además es el primero de una serie inolvidable, la que ha quedado recogida en el sugerente nombre "La senda del perdedor".

Ficha del libro, aquí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario