-Bueno,
pues no te quejarás. Ha ganado el Atleti, hemos tomado unas
cervezas, visto chicas... -dijo Juan Gordal.
-Sí,
ahora espero llegar a casa y tomarme una buena cena. Me gustaría una
dorada al horno.
-Pobre
mamá. La tenemos siempre de chacha.
-Bueno,
que hoy mismo se ha oído una misa y se ha hecho sus peregrinaciones,
además de verse una película por la tarde.
-Y
también nos lo ha hecho todo.
-La
comida la hemos preparado nosotros, es un trato justo si ella hace la
cena.
En
estas andaban los dos hermanos cuando llegaron a casa y encontraron a
Doña Marta acostada y un pescado con ensalada encima de la mesa. A
Fran se le iluminaron los ojos, pero entonces Doña Marta, que los
había oído les dijo:
-No
ha salido Diez, hay que sacarlo.
-Ahora
se va Fran con él -dijo Juan
Fran
observó como su merluza con ensalada se alejaba y protestó:
-Joder,
y ¿por qué tengo que ser yo el que se lleve a Diez? Tú ya te vas
aponer en la mesa a cenar y yo mientras sacándolo. Y encima ahora
que está dolorido de la espalda y no quiere andar.
-Eres
un egoísta, Fran. En cuanto se te pone la comida delante no quieres
hacer nada.
-Ni
tú en cuanto te sacan de la cama, que te pasas el día durmiendo y
comiendo. Así de gordo estás, claro.
-Fran,
no puede ser que un plato de pescado te importe más que un animalito
vivo.
-¡Qué
jeta tienes! Y mientras yo lo saco tú...
En
esto que Diez acudió dando saltos y se puso a restregarse en los
pies de Fran. Entonces fran sonrió y dijo:
-Sí,
claro, no puedo negarme a este bicho que tanto me quiere.
Veinte
minutos más tarde, Fran y Diez llegaron a casa. Diez tenía su
comedero y bebedero llenos, pero mientras Fran cenaba, no dejaba de
frotarse con sus pies y de dar saltos a su alrededor. Y fran se dio
cuenta entonces:
-Cuando
uno llega a casa apetece cenar, pero este pescado sabe mucho mejor
con estas demostraciones de cariño.
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