-La verdad, que aquí se
está muy bien, no me extraña que vengamos siempre -dijo Fran
pegándole un trago a su cerveza.
-Y ponen buenas tapas,
se ve todo bien, hay chicas...
Sin duda aquel bar
llamado Los Hurones era un buen lugar de paso en las correrías
de ambos hermanos en sus salidas nocturnas por la ciudad. Sin embargo
tenían la duda de si iban a él demasiado a menudo perdiéndose
otros lugares.
-Bueno también está
que la última vez que intentamos ir a otro sitio nos llevamos un
sablazo enorme.
-Pero yo correría el
riesgo -dijo Juan-. Nos conocemos hasta el último recoveco de este
local. Los decorados de los azulejos, ese grupito de chicas del
rincón, que tienen una virgen del rocío...
-Sí, bueno, ahora
salimos más arriba en esta calle. Yo voy un momento al baño.
De camino al baño
nuestro protagonista observó la mencionada virgen, dos bicicletas
antiguas que adornaban el local y pensaba que sí, que allí no les
quedaba ninguna sorpresa. Una vez acabó en el baño se lavó las
manos y al salir se encontró de frente con una chica.
-Me parece que te has
equivocado -le dijo ésta
-No -contestó
sorprendido nuestro héroe llevo años viniendo aquí y...
La chica le mostró el
símbolo de la puerta y... ¡sí! ¡Aquel al que Fran había ido
siempre que entró en Los Hurones era el baño de mujeres!
Fran salió cabizbajo y avergonzado y habló con los de la barra.
-No eres el único. Los
símbolos de los baños se calleron y hasta ahora se nos olvidó
pegarlos.
-Vaya, Fran, pues esto
aún tenía un secrto para ti.
-Sí, bueno, vámonos a
otro lado -dijo Fran con el color subido y la cara pegada al suelo.
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