—
Bueno, se te ve ansioso, pero al fin vas a tener tu tebeo
— dijo nuestro protagonista a Juan Gordal.
— dijo nuestro protagonista a Juan Gordal.
—
Estoy deseándolo, que anda que no me lo han puesto difícil. He
tenido que llamar, y me dijeron que solo podían citarme por
internet, luego que había que fijar una fecha de entrega, luego que
tengo que preguntar específicamente por un empleado en esta
tienda...
El
mayor de los dos hermanos había empezado hacía poco a interesarse
por el mercado de los tebeos en internet, Aquí había conseguido
algunos comics apetecibles, como Los Desesperados por Mezzo y
Pirus o Coutoo de Andreas. Pero este último, Cromwell
Stone, también de Andreas,la había dado más quebraderos de
cabeza de los que le hubiera gustado. Ahora, localizado en aquella
pequeña tienda cercana al Rastro, parecía a punto de hacerse por
fin con él. Juan entró en la tienda:
—
Buenas tardes, encargué un cómic que me habéis dicho por correo
que ya teníais — dijo Juan al entrar
en la tienda.
—
Pero eso lo lleva Javi, te lo dijimos claramente. Y ahora mismo está
de baja — Le respondió la mujer de
mediana edad delgaducha y con gafas que había en la tienda.
—
Pero bueno, me habíais dicho que lo teníais en el almacén. ¿Ni
siquiera puedes mirármerlo?
—
Ya sabes quien lleva eso. Si no está, no está.
—
¿Me vas a hacer volver y a hacerme esto más incómodo?
—
Bueno, incómodo para ti, no para nosotros.
Nuestro protagonista observaba la escena en silencio y al oír esto
dejó escapar una leve risa. Juan Gordal salió de la tienda
cabreadísimo.
—
¡Yo esto no lo entiendo! ¿cómo puede una tía decir así claro que
a ella le es más cómodo?
—
Se diría que no te lo quiere vender.
—
¡Pues se lo pediré a otro por internet!
Juan, al llegar a casa se puso a buscar y creyó encontrar su
objetivo cerca de Vallecas. De modo que intento negociar el precio,
pero no logró bajar ni un céntimo del mismo. Sin embargo, lo que
más le molestó es que el usuario que la vendía no accedió a
cambiar el lugar de la entrega ni a desplazarse tres estaciones de
metro.
—
¡Se ha vuelto gilipollas todo el mundo! —
gritó Juan — ¿Para qué pondrán
anuncios si no quieren vender?
—
Será para tomarte el pelo, Juan —
respondió nuestro protagonista.
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