martes, 10 de noviembre de 2020

La prepotencia en tiempos de pandemia.


 Aquel individuo llamó la atención de nuestro protagonista por la calle. Estaba recriminando a aquel mendigo que no llevara una mascarilla, como era preceptivo en los tiempos que corrían. Desde luego que cabía exigir a la gente un mayor respeto por las normas sanitarias, pero se preguntaba nuestro hombre si aquel sujeto sería así de exigente si su jefe, o algún ricachón de los barrios pudientes se presentara ante él sin tomar las precauciones oportunas. Que en varias ocasiones ya había dado el colectivo pudiente de su ciudad muestras bastante evidentes de su desprecio por las normas sanitarias. La última con una sonada fiesta par celebrar el aniversario de determinado medio de comunicación digital.


Lo cierto es que la pandemia había procurado a numerosos mentecatos prepotentes una nueva excusa para convencerse a sí mismos de que tenían poder sobre alguien. Toda esa clase de gente que en tiempos normales dedicaban su atención a ver si la gente respetaba las colas en los establecimientos, a ver si los operarios de alguna obra callejera mezclaban bien el cemento, a ver si los dueños llevaban bien atados a los perros, ahora se dedicaban a hacer de improvisados inspectores sanitarios. Durante los meses de confinamiento, que ahora amenazaban con repetirse, algunos se habían ganado el apodo popular de balconazis, ya que se dedicaban a pasarse el día en los balcones vigilando que sus vecinos no salieran más de lo necesario a la calle. Eso sí, como siempre hacía esta gente, se aseguraban de que aquel a quien afeara su conducta fuera lo más indefenso posible, como había ocurrido con autistas y otros enfermos que precisaban de ejercicio durante aquellos meses, y que de inmediato eran recriminados por los balconazis.


Todavía estaba nuestro protagonista mirando aquel incidente, cuando oyó a un hombre gritar estridentemente:


A ver, por favor, apártense.


Fran se iba a volver airado contra aquel vocero, pero entonces cayó: en efecto era un trabajador sanitario y de limpieza, pero no un resentido con ganas de destacar: era un operario que abría camino a una máquina de limpieza que estaba regando aquella calle peatonal. Se apartó y se hizo una reflexión: Aquella máquina seguía trabajando por la higiene en la calle. Ojalá limpiara también la prepotencia y cobardía de algunos.


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