lunes, 9 de noviembre de 2020

Fisonomía pandémica.

 


Mira, Fran. Ahí está Samu, el chico que le corta los pescados a mamá ⸺ dijo Juan.

Ese no es Samu, Juan. Es regordete y rubio como él, pero no es él ⸺respondió nuestro protagonista.

¿Cómo que no? Verás ahora cuando se acerq... ⸺comenzó a decir y al acercarse se retractó y casi se avergonzó viendo que no era así.

 ⸺Si hasta las cámaras de reconocimiento facial están metiendo la pata con eso, Juan ⸺ contestó Fran aguantándose la risa. 


Era un acontecimiento habitual en la época que tocaba vivir en el mundo de nuestro protagonista. Desde que la tan traída y llevada pandemia asolaba la ciudad y todo el mundo llevaba máscaras era en verdad difícil reconocer por la calle a las personas. Quien más quien menos confundía a todos los delgados con la gente parecida que conociera, a todos los que llevaran pelo largo con los melenudos conocidos, etc. Las sensaciones eran aún más acusadas con la gente que se hubiera conocido en aquel periodo, como el nuevo encargado de la óptica:


Ese chaval lo había imaginado con la nariz chata y lampiño. El otro día, cuando fui a que me aporetara este tornillo se quitó la mascarilla y tenía perilla y la nariz puntiaguda. Es una gilipollez, pero esos chascos a mí me provocan hasta miedo ⸺decía Juan.

Los que llevamos gafas al menos resaltamos por eso ⸺respondía nuestro protagonista. Pero se empañan muy fácilmente y uno tiende más a llevar lentillas.

Tú eres muy característico, con tus barbas, tu pelo y tus andares, Fran. Pero ahora mismo podría pasar Álex de la Iglesia, Antonio Maestre, o cualquier grandón barbudo y ni lo vería.

O te llevarías un susto si se quitaban la mascarilla.

Sí, alguno habrá que salga ganando así. Yo ahora podría presentarme sólo diciendo que soy rubio con ojos azules y se imaginarían una especie de Máster del Universo.

Eso los tíos, con las chicas no sé lo que puede ocurrir.


En esto una mujer musulmana avanzaba muy decididamente hacia los hermanos. Fran intentaba esquivarla, cuando pasando muy cerca de ellos la fémina le habló desde debajo de su niqab:


Que soy la vecina de abajo, buenos días.



Aquello sorprendió mucho a nuestro protagonista, en efecto era aquella chica occidental, y que no tenía nada de musulmana, al menos que los hermanos supieran, que se había instalado en otro piso de su inmueble poco antes de la pandemia. Y que estaba de bastante buen ver, por cierto. No era raro ver que hacía deporte. Pero el hecho de que llevara un chándal con capucha para ir a correr y una mascarilla negra había confundido a nuestro hombre.


Si esa fuera una infiel de verdad tú te pasabas al islam, ¿eh? ⸺le preguntó Fran.

Y más con estos chascos pandémicos, que ya no sabe uno a qué encomendarse.

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