—Bueno, pues ya están otros cuatro pares de calcetines emparejados —dijo nuestro protagonista —. La verdad es que es muy pesado después de cada colada hacer esto. Por eso hasta hace poco echaba a lavar mis calcetines uno dentro del otro.
—Pero así no quedaban bien, Fran. No queda más remedio —comentó Juan.
—Esta tarea también podrías hacerla tú, ¿eh? —inquirió Fran con cierto resquemor en la voz,
—No, no me queda tan bien como a ti.
Esta penosa tarea podía era una de las que más amargaba la vida a nuestro protagonista. La familia Gordal Palacios parecía tener problemas especiales para conseguir poner orden en esa prenda para los pies. Si durante los meses de verano, con el uso habitual de sandalias sin calcetines nuestro héroe pasaba unos cuantos meses libre de aquellos menesteres, en invierno no había escapatoria. Juan Gordal protestaba mucho si no encontraba calcetines, pero él nunca tomaba aquella iniciativa. Se ocupaba Fran, y en ocasiones Doña Marta Palacios.
—No estamos en edad de que nos haga las cositas nuestra mamá, Juan. Si no hay calcetines tenemos que actuar nosotros.
—Sí, ya veo que te has pasado tres horas con esa tarea.
—Espero que te haya aprovechado para leer tus tebeos.
Mientras decía esto, Fran seguía revolviendo los que eran de un solo color y no tenían ningún dibujo o marca que permitiera emparejarlos con facilidad. Tomó dos e hizo el paquete:
—Esos son cada uno de un par, Fran, si estás cansado déjalo que te vas a liar.
—Pues vale, si quieres seguir tú aquí tienes...
Nuestro protagonista estaba a punto de pegar un grito de cólera viendo que su hermano había cogido un par de los calcetines que él había apañado y se iba a ir de casa, cuando llegó Doña Marta Palacios de la calle.
—Holahijosahorameibaaponerconlacoladaquehesacadoa
versiencuentrounoscuantosparesde
calcetinesqueestamañananoténía¡Ay!SihabéisemparejadopuesbuienoFranaversiahorapuedesponerte
conlosmíosquenuncatengo...
Nuestro personaje se desesperó con la sola insinuación de su madre, y de golpe, dejar de hacer ciertas tareas domésticas no le pareció tan censurable. Sin embargo, pensó, los frutos de su labor los vería cuando por la mañana no tuviera que buscar dos calcetines a toda leche antes de salir a hacer su día.
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