Nuestro protagonista andaba por una calle sumamente empinada del centro de su ciudad. En
aquella zona había varias vías con una penddiente no usual en zonas urbanas habitadas. También
eran una de las zonas que seguían siendo más tranquilas y familiares en la ciudad, lo que
propició una extraña aventura costumbrista. Un niño de muy corta edad jugaba con un hombre que
aparentaba ser más su abuelo que su padre, y lanzó una pelota hacia abajo. Esa escena se
repite en muchas zonas de la geografía urbana actual, pero en aquella calle la pelota cogió
velocidad y el hombre de avanzada edad corrió un buen trecho hacia abajo hasta recuperar
el juguetito. Luego subió la cuesta y se la entregó al menor.
―Bueno, aquí te la traigo. Ten cuidado con la pelota, aquí no es como en el parque. ―Nene tira pelota...¡Toma! ―dijo el niño y volvió a patearla hacia el desnivel.
Nuestro protagonista viendo aquello y pensando en aquel cuasi anciano haciendo el esfuerzo
pendiente abajo se puso en marcha. Atrapó la pelota antes que el hombre , pero le costó a él, a
nuestro protagonista más de lo que esperaba. Se la entregó al vejete.
―Tenga cuidado, que como vuelva a perderla no sé cómo va a hacer para recuperarla ―aconsejó
Fran a su canoso interlocutor. ―Sí, lo sé. Pero no soy yo. Es que el niño lo pasa así muy bien.
Fran, ya alejándose de la escena vio cómo el hombre la volvía a dar la pelota al niño y este a tirarla.
Otra vez el hombre hizo el esfuerzo que a él le había costado para recogerla. Fran, antes de alejarse, no
pudo resistir más y le hizo la pregunta que le rondaba por la mente:
―Perdone. No se llamará usted Sísifo ¿verdad?
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