Por fin, después de dos años, volvía la Feria del Libro a la ciudad de nuestro
protagonista. Si la última edición había sido cancelada a causa de la plaga que
afligió el mundo donde vivía nuestro héroe, en esta nueva ocasión el evento iba
a celebrarse. Aunque eso sí, con algunas restricciones que volvían la Feria menos
apetecible. Sorprendentemente, las autoridades competentes (en este caso es un decir)
habían decidido que ante una pandemia en la cuál convenía reducir la condensación
de gente, la feria debía tener la mitad de espacio. Además se medía un aforo determinado,
y cuando este llegaba al límite se formaban enormes colas a la entrada para pasar.
De modo que Juan y Fran Gordal tuvieron que escoger un día muy preciso para entrar,
un día que en cualquier otra edición de este acontecimiento hubieran descartado: el
día en que una enorme tromba de agua hacía que la gente se recluyera en sus casas, y
por tanto las colas no se formaban. Pero la experiencia no fue agradable.
—Joder, es dificilísimo observar esto con el cuidado que hay que tener para no mojar nada.
Así no se puede —dijo Juan.
—Y hemo tenido que escoger el momento donde la tromba sea más suave, que ahora se puede,
pero hace un rato esto era impracticable. Ha habido que venir rápido y estar preparado para la huida. Por otro lado, Juan no estaba encontrando lo que venía a buscar. Lo que había en esa feria era
lo mismo que en cualquier día podía encontrarse en cualquier estante de cualquier librería o gran
almacén en cualquier época del año. En una caseta de literatura africana preguntó:
—¿Y algo de cómic africano no tenéis? —No, y es una lástima porque en Nigeria por ejemplo se hacen buenos cómics, aquí tenemos los
de Mandela, Thomas Sankara... —Pero hechos aquí y por la industria europea, no es eso lo que busco.
Fran observaba que su hermano estaba reprimiendo un estallido de rabia en su respuesta. Él no
llegaba a tanto, pero se preguntaba cómo era posible que una librería en el mayor evento de este tipo
que presumía de dar escaparate al continente negro no tuviera esos cómics que, según había
respondido el dependiente, existían. ¿Se hacen buenos cómics en Nigeria? Pues tráelos, cabrón, o no
vengas aquí en plan africanista.
Visto aquello Juan se acercó a otra caseta y preguntó en plan más general por las últimas novedades
en plan más general:
—Pues aquí hay una novela gráfica.. —¡Adiós! —dijo Juan visiblemente enfadado —. Novela gráfica, me cago en su puta madre... Fran se reía viendo que a esas alturas todavía nadie usara la expresión maldita que tanto les enfurecía
y decidió probar suerte: —¿Puedo preguntar yo? —¡No! ¡Vámonos! Será por la pandemia pero es que no había nada que ver. Mientras intentaban alejarse la lluvia volvió a intensificarse. Los dos hermanos tuvieron que
refugiarse bajo el toldo de un puesto de la feria, encima el de una editorial de un tema esotérico
en el que no tenían el menor interés.
—La lluvia de la feria del libro permanece aunque cambien la fecha —comentó Fran. —Vaya edición. Nos hemos quedado con lo malo.
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