lunes, 13 de septiembre de 2021

Ni en tiempos de pandemia.

 


Nuestro protagonista entró en aquella tienda y procedió a una de las rutinas de la
pandemia que afligía a su planeta, el untarse las manos de un gel desinfectante que
desde hacía poco más de año y medio estaba presente en todos los establecimientos. Había
locales donde el citado producto se mostraba en su propio frasco, lo que a veces con el
manoseo de los clientes y los restos del mejunje derivaba en una capa pegajosa poco
agradable alrededor del mismo. Otros comercios, normalmente los de más posibles, tipo
grandes cadenas comerciales o restaurantes de alto standing, lo disponían habitualmente
en dispensadores automáticos. De este tipo era el lugar donde había entrado nuestro héroe.
Acercó las manos y el surtidor no se puso en marcha. Volvió a probar y nada. Finalmente
le dio un golpe, que Fran consideró pequeño y proporcionado a la situación, y el milagro
se obró. El cacharro comenzó a soltar el producto en y no había manera de que se parara.
Debajo del mismo se estaba formando un charco de hidrogel bastante aparente. Los nervios
de nuestro protagonista, que intentó pararlo llamaron la atención de los encargados de
la tienda:

Caballero, se ha pasado usted un pelín.Lo siento, es que no salía...¿Cómo va a salir si se carga el aparato? —preguntó aquel reponedor con un tonillo que dejaba 
entrever que era uno de esos elementos de la sociedad tan amargados e insignificantes que en cuanto 
tienen una mínima posición de poder se crecen hasta límites inverosímiles.No, oiga. El aparto ya estaría roto porque he puesto las manos debajo y no soltaba el líquido.¿Cómo que no soltaba si está el suelo lleno?Bueno, de verdad, no quería. Si pudiera lo limpiaría...Limpiarlo no, tendría que indemnizarnos a todos por joder la higiene de todo el establecimiento.O ustedes indemnizarnos a los clientes por tener unas medidas que no funcionan —respondió Fran y
 salió a la calle.Es inútil que huya, le advierto que tendrá noticas nuestras.
 Entonces Fran se volvió y le respondió:
No, noticias suyas no volveré a tener. En cuanto se pase este incidente usted volverá a ser el
 último mono al que nadie hace casito. 

La pandemia, como comprobó Fran, seguía produciendo personajes de esos que se creen los gestores
de la sanidad pública. Como la vacunación parecía estar avanzando pronto desaparecerían de la escena
y tendrían que buscarse otra escusa. Pero era realmente molesto que a las dificultades de esa situación
anormal hubiera que sumar los humos de cuatro mindundis creciditos. Estaba claro que para dar todas
las hostias que haría falta a quien las merecía no se podría descansar ni en situaciones de emergencia
sanitaria.


No hay comentarios:

Publicar un comentario