―Pues qué bien entra
una cerveza después
de tantos días de curro
sin poder salir ―dijo
complacido
Juan Gordal ―Siempre entra bien,
pero encima cuando se coge después de cumplir uno con sus obligaciones es
la leche ―sentenció Fran.
Por primera vez en mucho tiempo los dos hermanos tenían ocupaciones remuneradas. Ademássus horarios hacían difícil que coincidieran con tiempo y posibilidades de pasar algo de tiempo juntos.Teniendo dinero ganado en el bolsillo, nuestro protagonista quiso invitar a su hermano. Cuando lacamarera les dejó la cerveza en la mesa, los Gordal Palacios pensaron que estaban viviendo lafelicidad plena. Hasta que Fran probó su vaso:
―Juan ¿esta cerveza no está como agria? ―No sé, yo todavía no la he probado. Voy a ello y te digo.
Juan pegó un largo trago a su vaso y confirmó las aseveraciones de su hermano.
―¡Coño! Parece que fuera con limón. La he pedido normal ―Voy a preguntar a la camarera.
En aquel bar siempre habían servido bien a nuestros protagonistas. Había confianza con el
personal. Fran preguntó y a camarera dijo muy extrañada:
―No me he equivocado. Os la he puesto normal.
El menor de los Gordal Palacios vio que su hermano torcía el gesto , mientras la dependiente
miraba la cañería de la cerveza. Pasado un rato dijo:
―Pues es verdad que sabe raro. Voy a ver si puedo arreglarlo. ¿Os la cambio por otra cosa? ―No, déjalo ―contestaron los hermanos.
No era cosa de montar un escándalo. En aquel local, a lo largo de años, los dos hermanos habíanpasado muchos ratos muy buenos y bebido muchas cervezas. Sabían que aquel incidente era algoraro. Pero ya les había jodido el rato de esparcimiento que habían tenido en 10 días.
―No puedo dejarlo así, Juan. ¿Vamos al de más abajo a tomar una? ―Habrá que hacerlo. A este momento no es tan fácil renunciar. ―Por supuesto que no, pero ya no va a ser tan alegre ni tan reparador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario