Fran observaba su obra de limpieza en aquellas dos bolsa que había sacado de la habitación.
Realmente no entendía cómo podía tener tal cantidad de ropa ajada o que no utilizaba. Bueno,
sí: la había guardado pensando en ella como útil para usos menores: camisetas de sudar cuando
entrenase, chándales por si algún día iba a hacer deporte, etc. Pero todos esos usos tan
ocasionales no justificaban esas dos enormes bolsas de tela inútil.
—No sé ni si es recochineo echarlo en el contenedor de ropa, Fran. Algunas de esas prendas estaban
raídas hasta extremos inverosímiles. Les vas a dar a los pobre lo que no te sirve para nada —le comentó
Carolina Gordal —No, buena parte de esto está en buenas condiciones de uso. —Desde luego, por lo menos estará limpio, que lo echabas a lavar sin usarlo siquiera.
Fran observaba todo el polvo quesu limpieza había levantado de los
cajones, y pensaba que aún
quedaba lo peor en esa estantería.Al limpiarla encontró con gran pesar
pesar suyo fragmentos de
libros que le habían sido muy queridos,pero que las malas condiciones de
almacenamiento y uso
habían reducido a pedazos. Aun así dudaba si tirarlos. Pero observar las dos bolsas de ropa que
había desechado le decidían a ello. Eran una representación muy contundente de la cantidad de cosas
que por desgracia se han quedado inútiles que llegamos a guardar. En poco más de diez minutos tenía
un enorme volumen de papeles inútiles que no le servían. Aun así, le daba cierta pena. Pero no tanta
como para llorar.
—Lo que sí me daña los ojos es la cantidad de polvo que he sacado. Y tragado, que no paro de toser y
estornudar —dijo. —No me jodas que vas a llorar. Tú tienes síndrome de Diógenes , ¿eh? —le picó Carolina. —Encima bromazos. Ya entiendo por qué tardo tanto en limpiar. Polvo, esfuerzo y bromas molestas. —Bueno, piensa que esta noche dormirás mucho más cómodo. —Seguro que sí. Si dejo de toser, estornudar y llorar.
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