Aquí están las sandalias, aquí los pantalones cortos... y luego habrá que quitar la
manta de la cama, pensaba para sí nuestro protagonista. Aquel año los primeros calores
del verano llegaban pronto. Tocaba ya hacer el cambio de vestuario casi sin tiempo para
hacerse a la idea.
—Joder, sólo con hacer la bolsa de la ropa
de invierno estoy sudando como un cerdo
—comentó. —Pues piensa que peor sería si siguieras
llevando el sayo y la capa —le contestó Juan
Gordal.
Al decir aquello Juan nuestro protagonista recordó el viejo refrán castellano: «Hasta el cuarentade mayo no te quites el sayo». Y en efecto era nueve de junio, se cumplía la llegada del calor conprecisión milimétrica. Ahora se dedicaba a doblar su manta y buscarle lugar. Miró en el arcón dedebajo de su cama, en los armarios... A final le encontró acomodo en una esquina de su casa.
—Ahora voy a darme una ducha de agua helada —dijo. —Y luego a echarte sobre la cama varias horas. —Pues sí, que me he cansado más quitando esto que andando tres horas con ello. —Hombre, lo has hecho vestido con ropa de invierno. Es lógico que estés así. Tras la ducha que se dio y los varios litros de agua que se bebió, Fran parecía otra persona, pero
se estremeció al pensar en cómo sería trabajar con ese calor. —Pues ya no tienes tantas vacaciones como solías. —Y en la cocina el calor se siente. —Pues razón de más para que de una vez saque esas oposiciones. —Sí, entre tanto me pediré el cuarto frío.
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