—¡Muchas gracias, mamá!
—dijo nuestro protagonista
viendo los callos que Doña
Marta
Palacios había preparado. —Denadahijolohepasado
muybienhaciéndolostenía
muchaganaporque
últimamentenotraíamosnunca paraunguisoyyosoymásdeguisosquedeesascosasrarasquetraéisvosotrosahoravoyapoderporfincomer algoquemeguste... —Yo por las cosas del médico me pondré pocos, mamá, pero me gusta mucho. Muchas gracias también. Los Gordal Palacios eran unos auténticos fans de aquel plato típico de la gastronomía de la región donde vivían. Los callos eran una elaboración de casquería donde se cocían los estómagos de la vaca y otros despojos junto a embutidos y especias. Había varias variedades en diferentes zonas del país donde vivía la familia, pero en la región donde esto sucedía se solían poner con morro, chorizo, morcilla, cebolla, clavo y guindilla. Parecía que todo el mundo sería feliz con la comida de aquel día. Pero no fue así. —Yo lo siento, no los quiero —dijo Carolina. — ¿¡Cómo?!—preguntó nuestro protagonista. — Le ha dado por otras de sus gilipolleces con las comidas —intervino Juan. —Perohijatodoloqueheestadohaciendoynolosvasniaprobartienesquedejardeveresascosasrarasqueves porinternetundíaqueíbamosacomernormalmentetienesquesalirporpetenerasyanoquierescomerloque yopreparo... —Es que... —comenzó a decir Cárol. —¿Qué? ¿Qué gilipollez te han dicho? —preguntó nuestro protagonista. —No, si no es eso. Es que los callos del sitio donde fui el otro día están tan bien que soy incapaz de tomar otros. La familia se quedó patidifusa. Ahora Carolina había perdido el gusto por los callos que era de las pocas comidas que se le podían hacer sin temor. —¿O sea que ni siquiera vas a probar lo que te prepara tu madre? —dijo Juan. —De lo que es capaz por hacerse la interesante —comentó nuestro protagonista. —Ayhijayaniconesosepuedeacertarymiraqueloshehechoprocurandoqueestuvieranatugustocon el picantequeatitegustaycociéndolosbienparaqueahorasalgasconestasaverquiéntemandacomerporahí mevasamataradisgustos.... —Te ha preparado tu madre un guiso con ilusión y esfuerzo, así que cállate y come —razonó Fran. —Bueno, servidme un plato, pero no creo que pruebe más. Carolina devoró el plato en menos de un minuto y poco después pidió más: —Bueno, no son como los de esa tasca pero están muy buenos, —No sé cómo serán eso, pero te estás pimplando dos platos como una campeona —habló nuestro personaje —Sí bueno, ponedme más. —Ya ves, mamá, al final unos callos bien hechos quitan la gilipollez — sentenció Juan. —Sihijostendréquehacerlemáscallosquelaniñasemeestáponiendomuydifícilúltimamenteconesas cosasrarasqueledaporhaceryesossitiosalosquevatemíaquenovolvieraatomarnadaencasaperoparece quenohayparatanto... —Si al final tomamos callos más a menudo hasta habrá valido la pena —concluyó Fran.
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