—¡Pero que la van
a matar! —gritó
nuestro protagonista
viendo a aquella
yonqui. —¡Si justo se acaba
de poner rojo! —dijo
Juan.Los dos hermanos se habían quedado al borde del cruce viendo que no podían pasar, pero justo
entonces aquella mujer entró a la calzada. Los coches pitaron, derraparon, pero por milagro la yonqui
llegó entera a la acera contraria. Los dos hermanos no daban crédito mientras veían como se alejaba
con una risa provocada seguramente por las sustancias que tenía pinta de consumir.
—No me explico cómo no ha pasado nada. Debe ser un milagro —dijo Fran. —Será algún tipo de ser sobrenatural, invulnerable por algún motivo. —Bueno, Juan no nos pongamos a divagar. Me ha recordado a un reportaje que vi sobre el sudeste
asiático que la gente cruza la calle sin que se pare el tráfico ni semáforos ni nada, que a veces andan
por la misma calzada coches y personas y no se chocan ni pasa nada. —Más suerte que que haya cruzado es que no se hayan chocado los coches. Andando por la plaza los dos hermanos llegaron hasta otro cruce y debían esperar. Fran todavía
comentaba la anterior aparición: —Dan ganas de pasar sin esperar viendo lo que hizo la yonqui esa —dijo nuestro protagonista viendo
el nivel de tráfico en aquella zona. —Fran, que está aquí.Nuestro protagonista se quedó de piedra al volverse y ver que en efecto, la toxicómana estaba de
nuevo detrás de ellos. No pareció reparar en los hermanos. Volvió a soltar una risita baja y deambular
sin rumbo fijo.
—Pero si se había ido. ¿Cómo cojones estaba aquí? —preguntó nuestro protagonista. —Ya te he dicho, será un ser evanescente y sobrenatural. —Habrá que pensar eso, sí. Igual hasta no es yonqui, sino que está en un estado superior de
conocimiento. —Eso será. Venga, pasa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario