―Bueno, atentos todos
ahora que salgo a ver
si el cartero trae mis
chapas ―dijo Juan
Gordal antes de
salir de compras
aquella mañana. ―Síhijoestaremospendientes
quellevasvariosdíasesperandoaversitelotraenyaporquedesdeluegotehacemuchailusionyoestaré
pendienteytelorecogeréyfirmaréloqueseaporqueparecesunniñoesperandolode
losreyesmagossevequelohabíasencargadoconilusión... ―le respondió Doña Marta Palacios. ―Oye, pues yo también estaba a punto de recibir mis cremas ―contestó Carolina. ―Quesíhijayoatiendotantoparatuhermanocomoparatiquesoismishijosperoparecementiracómoosha dadoporelcomercioelectrónicoyocreíaqueteníaunoshijosconmáscriterioaversinoosgastáisdineroen tonterías...Los dos hermanos mayores de nuestro protagonista habían descubierto cada uno dos objetos que
podían adquirir por internet y que les fascinaban. Aunque alguna vez nuestro héroe los había visto
en las tiendas por el comercio online se podían adquirir ejemplares muy extraños que hacían las
delicias de ambos. Doña Marta Palacios siempre estaba dispuesta a ayudarlos, pero se extrañaba
de la cantidad de pedidos que podían hacer.
―Sólo pido una vez al mes, mamá ―dijo Carolina. ―YjuanahorahasalidoestoysegurodequeéldiríalomismopodríaistomarejemplodeFranquenuncame
dejaencargadadenadaquesecompraloquenecesitaynoanadamoneandoconelinternetqueheoídoquees
malísimoqueospuedenengañarconloqueseayseguís...Entonces llamaron al telefonillo y Doña Marta abrió. Se dispuso a coger un bolígrafo por si había
que firmar algo pero Carolina le interrumpió:
―Deja, mamá. Será para mí. Abrió la puerta y un cartero de unos 30 años le respondió: ―Buenas, traía un paquete... ―¡Ya lo cojo! ―dijo Carolina. ―No es para usted, señorita. Es para don... ―¿Juan Gordal Palacios? ―preguntó Carolina con señales de decepción en el tono. ―Esmihijoyolorecojomedejóencargadaahoraselodoyaquéhayquefirmaraversinolestraenamishijotodo
loquepidanqueluegolorecojoyomeasustaquecomprenconesascosasdelinternetdeahoraqueluegotrae
problemasperoyomehagocargoyahanpagado... ―No, es para Francisco Gordal Palacios.Nuestro héroe, que no se había metido en la disputa anterior apareció. Recogió el paquete, firmó y
dio su DNI. Luego se fue con su paquete hacia su cuarto diciendo:
―Ya están aquí mis libros de historia. La próxima vez avisadme. Carolina y Doña Marta con mucho asombro le preguntaron: ―¿Entonces tú también compras por ahí? ―dijo Carolina. ―Sí. Y lo recojo yo. Soy mayorcito. No voy a tener a mi mamá y a mi hermana para eso. ―Peroentoncesaquítodoscompráisyospeleáisporrecogerperoningunomeexplicáisnadaaverquñelibros
tehastraídoquemedejantushermanosconsuscremasyconsuschapasaquíalcargoyyopreocupadaporque
nuncamedecísnadadeloquehacéisyesonoesdefiar...―dijo Doña Marta Palacios. ―No te preocupes por mí, mamá. Endereza a mis dos hermanos y punto.
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