Carolina Gordal llevaba toda la tarde probándose una capa oscura que había conseguido en la
última visita de la Tía Maria Cristina. Por lo visto un familiar de Doña Marta Palacios y de ella
que casi ni conocían Cárolina, Fran y Juan había muerto y al repartir dus pertenencias la tía
había recuperado aquella prenda. Carolina llevaba horas posando ante el espejo de cuerpo entero
que había comprado en la tienda de chinos de enfrente de casa de los Gordal Palacios.
—No te la coloques más ni nada de eso, Cárol. No te va, en
serio —comentó nuestro protagonista. —Pues yo creo que es aprovechable. Y tú también tienes una. Podríamos ir a un sitio que conozco
yo con nuestras capas y... —¿LatienesbienguardadaFran?QuenoseapolillelapuedesusarcuandoquierasyseguroquetúyCarolina llegáisguapísimosalsitodondevayayperfectamenteconjuntadosquevaisaserlasensaciónyoquierovera misdoshijosguapos...—comentó Doña Marta PalaciosEste comentario llegó a los oídos de Juan Gordal que de pronto se sintió excluido de los planes de
la familia.
—¿Y yo? ¿Por no tener capa me quedo fuera? —Bueno, Juan, no te pongas triste que mira lo mayor que hace a Carolina ese trapo. —¿Cómo que mayor? Mira que te dejo aquí y no ves ni chicas ni nada —amenazó Carolina.Los tres hermanos siguieron peleándose hasta que la riña llamó la atención de la matriarca de
la Familia. Doña Marta Palacios comenzó a perorar:
— PuesyolecomprocuandoquieraaJuanunacapaquenoestábientenerdescontentoaunodeloshijos aversinovaapoderirconsushermanosdondequieraesperoquelatengasluegocomoFranbienguardada queduramuchosilacuidas... —No mamá, que no hace falta. Hay muchas cosas que necesito más como —Nodigastonteríasvemediciendodequécolorlaquieresquemihijomedianonosevaaquedardescapado porvergüenzavasaestarguapísimoporqueyaloeresnotequedesconlasganasyyoyatengoganasdeira comprartecosas... —dijo Doña Marta. —No sé si querías una capa o no, Juan, pero de ella no te libras ya —sentenció Fran.
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