sábado, 5 de septiembre de 2015

El próximo verano será un verano.

Después de aquel trabajo en el que nunca se sentía a gusto, y con unos exámenes importantes a la vuelta de la esquina, nuestro héroe se sintió extraño: en aquel verano que ya agonizaba, casi no había parado de hacer labores, importantes, sin duda, necesarias, ero no era ya que no hubiese salido de vacaciones, es que ni siquiera había sacado su bicicleta tanto como le hubiese gustado, ni había hecho ninguna leve escapada. Debo conseguir, pensaba, que el año que viene no sea así. Porque además el mundo parecía hecho solo para los que se podían permitir un veraneo: peores transportes, casi todo cerrado, gente escribiéndote y dándote envidia, algunas chapuzas si uno necesitaba un servicio... No era recomendable, no. De este modo, nuestro protagonista empezó a elaborar una hoja de ruta que debía durar todo este curso para que el próximo verano fuese bueno no solo para él, sino también para su familia. No estaba dispuesto a que cada vez que le hablasen o escribiesen familia o amigos sentir envidia. Y en esto llamó Carolina, que había salido con el Castillo Ambulante de Alvarito a Asturias. Por fin ambos estaban libres, y habían decidido aquella escapada, a la que Fran no acudió por un trabajo precario y que destestaba con toda su alma:

-¡Cómo te gustaría esto! Covadonga, el Naranco... He tardado en pillar una salida, pero ha valido la pena.
-Joder, hasta el mismo final debe uno ver su fracaso en este verano. Esto me reafirma en mi idea.

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