Nuestro
héroe observaba a su hermano en la comida: le estaba echando salsa
de soja a las lentejas. No podía decirse que fuese extraño, Juan le
echaba la famosa salsa a todo desde hacía algún tiempo. Pero las
lentejas...
-A
ver, Juan -dijo-, la soja es un condimento y va muy bien para algunos
platos. Pero no es mágica. No va a volver todo bueno.
-No
paras de quejarte de todo lo que hago: que si fumo, que si la soja...
-Mira,
lo del fumar, ya lo retomaremos en otro momento. La comida... Tú has
probado conmigo ancas de rana, caracoles, incluso chapulines en el
mexicano. Sabes que no tengo remilgos. Pero es que le echar la soja
hasta a la leche del desayuno.
-Yo
no desayuno leche, hoy he desayunado una lata de berberechos.
-Sí,
ya lo he visto. Con soja.
-Te
está influyendo mucho el Chicote, ahora te da por los condimentos y
su uso excesivo.
-Joder,
Juan. No hay nada en la última semana a lo que no le hayas echado
esa salsa: cocido, estofado, costillas de cerdo, filetes, pescado...
Reconoce que es al menos llamativo.
-¡Con
lo rica que está la comida de toda la vida y tienes que echarle eso!
-intervino Doña Marta Palacios.
-¿Ves?
-preguntó Juan-. La gente más remilgada piensa como tú.
-¡Pero
si yo uso la soja en la pasta! Pero no se me ocurriría echársela a
la merluza.
-Mira,
hasta Diez come mejor con ella.
-Bueno,
mira si ya metes hasta al perro qué te voy a decir. Hala con ella.
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