Toda
la tarde llevaba Juan Gordal trabajando frenéticamente en el
ordenador escribiendo algo. Nuestro protagonista no lo molestó,
sabía que para su hermano era muy importante el escribir novelas y
relatos. Así siguió hasta la noche, Juan ni siquiera vio el partido
del Atlético de Madrid en la Champions
League.
Solo paró para cenar y en cuanto acabó se levantó. Y volvió. Ya
cuando nuestro protagonista quiso acostarse para madrugar al día
siguiente, y Juan seguía en su cuarto con el ordenador, la cosa
cambió.
-Bueno,
Juan, espero que lleves escritos ya dos capítulos, lárgate.
-No,
tengo que llegar a 117 libros.
-¿Cómo?
-Lo
que estoy escribiendo es una lista de los mejores 117 libros que
conozco. Me la han pedido en una editorial. Voy por 113
-¿Y
no puedes pensarlo mañana? Y sobre todo, ¿por que 117 y no 100 o
120?
-Es
lo que piden. Creo que es una alusión a una novela que he puesto en
el número 69.
-Bueno,
me da igual. Vete ya.
-¡Es
que solo me quedan 4! Es mucho más difícil de lo que creía hacer
una lista de lo mejor.
-Ya,
nadie pensaría en que escoger solo 120 entre todas las obras de la
humanidad llevara tanto tiempo ¿no?
-117.
-Eso.
Encima un número absurdo. ¿No puedes pensarlo luego?
-Sólo
me quedan cuatro, Fran. ¡Por favor! Ya he metido Espacio
revelación, Canción de hielo y fuego...
-Y
algún clasicorro. Venga, fuera.
-Media
hora más, por favor.
Fran
accedió y aquella noche se fue a dormir treinta minutos más tarde.
Cuando volvió Juan seguía escribiendo frenéticamente
-¡Solo
me quedan tres! Por favor.
-Mira,
Juan. Vete ya. Lo piensas mañana. Te vendrá bien el sueño.
-Es
que con esto en la cabeza no voy a poder dormir.
-Pues
te tomas un Dormidín.
Lárgate.
-¡Eres
un cabrón! Me vas a tener toda la noche dando vueltas a eso, y
mañana seguro que ya no se me ocurre nada.
-Pero
si son tres novelas de mierda. Con lo listo y culto que tú eres.
-Fran,
estoy en camino. Déjame, por favor.
-Joder,
hablas de que no vas a dormir, y estás ocupando mi habitación.
Juan,
de mala gana, accedió, y Fran por fin pudo acostarse. Pero a mitad
de la noche ocurrió algo impensable. Fran notó un estruendo enorme
en la habitación y se despertó. Vio, para su sorpresa, cómo su
hermano entraba y se dirigía al ordenador.
-¡¿Qué
coño estás haciendo?!
-Que
se me acaba de ocurrir otra, tengo que ponerlo.
-Joder,
Juan. Admiro lo que sabes de literatura, pero eres un enfermo.
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