miércoles, 30 de septiembre de 2015

117.

Toda la tarde llevaba Juan Gordal trabajando frenéticamente en el ordenador escribiendo algo. Nuestro protagonista no lo molestó, sabía que para su hermano era muy importante el escribir novelas y relatos. Así siguió hasta la noche, Juan ni siquiera vio el partido del Atlético de Madrid en la Champions League. Solo paró para cenar y en cuanto acabó se levantó. Y volvió. Ya cuando nuestro protagonista quiso acostarse para madrugar al día siguiente, y Juan seguía en su cuarto con el ordenador, la cosa cambió.

-Bueno, Juan, espero que lleves escritos ya dos capítulos, lárgate.
-No, tengo que llegar a 117 libros.
-¿Cómo?
-Lo que estoy escribiendo es una lista de los mejores 117 libros que conozco. Me la han pedido en una editorial. Voy por 113
-¿Y no puedes pensarlo mañana? Y sobre todo, ¿por que 117 y no 100 o 120?
-Es lo que piden. Creo que es una alusión a una novela que he puesto en el número 69.
-Bueno, me da igual. Vete ya.
-¡Es que solo me quedan 4! Es mucho más difícil de lo que creía hacer una lista de lo mejor.
-Ya, nadie pensaría en que escoger solo 120 entre todas las obras de la humanidad llevara tanto tiempo ¿no?
-117.
-Eso. Encima un número absurdo. ¿No puedes pensarlo luego?
-Sólo me quedan cuatro, Fran. ¡Por favor! Ya he metido Espacio revelación, Canción de hielo y fuego...
-Y algún clasicorro. Venga, fuera.
-Media hora más, por favor.

Fran accedió y aquella noche se fue a dormir treinta minutos más tarde. Cuando volvió Juan seguía escribiendo frenéticamente
-¡Solo me quedan tres! Por favor.
-Mira, Juan. Vete ya. Lo piensas mañana. Te vendrá bien el sueño.
-Es que con esto en la cabeza no voy a poder dormir.
-Pues te tomas un Dormidín. Lárgate.
-¡Eres un cabrón! Me vas a tener toda la noche dando vueltas a eso, y mañana seguro que ya no se me ocurre nada.
-Pero si son tres novelas de mierda. Con lo listo y culto que tú eres.
-Fran, estoy en camino. Déjame, por favor.
-Joder, hablas de que no vas a dormir, y estás ocupando mi habitación.

Juan, de mala gana, accedió, y Fran por fin pudo acostarse. Pero a mitad de la noche ocurrió algo impensable. Fran notó un estruendo enorme en la habitación y se despertó. Vio, para su sorpresa, cómo su hermano entraba y se dirigía al ordenador.
-¡¿Qué coño estás haciendo?!
-Que se me acaba de ocurrir otra, tengo que ponerlo.
-Joder, Juan. Admiro lo que sabes de literatura, pero eres un enfermo.

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