sábado, 29 de junio de 2019

Señoras de edad y orgullo.

Aquella mujer encorvada y con una bolsa que a todas luces le costaba tener en la mano llamó la atención de Juan Gordal. Se levantó y le ofreció su asiento en el autobús:

-No, hijo, muchas gracias. Nadie se va a quedar sin sitio por mí -dijo la señora y nuestro protagonista juraría hasta que se ponía más erguida, además de recoger la bolsa que cargaba y que había dejado entre sus piernas.

Juan no volvió a sentarse, y nuestro protagonista, sintiéndose mal por no haber visto a tiempo a aquella mujer tampoco se sentó. Acabaron los dos su trayecto en el autobús de pie, y aquella mujer permaneció también en pie, además de continuar su viaje. Y antes de marcharse vieron cómo otra mujer de avanzada edad entraba en el autobús con un bastón, y rechazaba también los asientos que le ofrecían diciendo que le costaba más levantarse luego que sentarse en ese momento. Nuestro protagonista llevaba un tiempo notando cómo las señoras mayores parecían más reacias que en otro tiempo a aceptar ayuda de nadie.

-Habrá que ver cada caso, esa mujer decía que le costaba más levantarse luego -dijo Juan.
-Pero yo he visto que los viejunos sí se sientan si encuentran una silla. Creo que lo hacen más por orgullo de no dejarse ayudar. O quizás se sientan que como se dejen ayudar empiezana ir a peor.
-Bueno, en el fondo, sea como sea eso es bueno, porque yo te digo que te tragas el orgullo si necesitas ayuda de verdad
-Puede ser. Lo que habrá que hacer con esto, creo yo, es levantarse pero sin decirles que es para que se sienten ellas.
-Bueno, ya llegamos a casa. Ahora vamos a limpiar un poco los baños y la cocina, que llega mamá.

Los dos hermanos se pusieron a ello, y contemplaban felices su obra. Se sentían orgullosos de su trabajo, y cuando Doña Marta Palacios entró por lapuerta esperaban recibir sus felicitaciones y agradecimientos. Sin embargo ocurrió algo muy diferente:

-Peroporquéosmetéisenestascosasos
tengodichoquenotoquéisnadasin
pedirmepermisomequeréis
reduciralanadasimedejaraya
estabaenterradaque
parecequequeráisolvidarosdemínuncamehacéiscaso
conestascosas...

Ambos hermanos se miraron instintivamente entre sí, comprendiendo que la habían pifiado.

-Si era lo que íbamos hablando, Fran.
-Sí, parece que en nuestra misma casatenemos ese orgullo de señoras de edad. 

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