miércoles, 8 de abril de 2020

Lujos pandémicos.

Fran esperó la cola de la farmacia, que era larga, muy lejos de la puerta. Las medidas de seguridad impuestas ante la pandemia que estaba asolando su planeta y su ciudad obligaban a dejar espacio entre las personas, un metro o dos. Nuestro protagonista observó que la mayoría de la cola iba mejor protegida que él, con mascarillas, guantes de látex... Él usaba guantes de plástico de la frutería y no había visto una sola mascarilla desde que aquella terrible época empezó. Precisamente estaba en esa cola intentando remediarlo, ya que la última vez que Doña Marta Palacios había salido a la calle había encontrado ahí el gel hidroalcohólico, otro producto necesario para protegerse de la plaga que afligía al mundo.

Voy detrás de usted ¿no? ⸺preguntó nuestro protagonista al chico que parecía el último.
Sí, ya ves, tú doblas la esquina, la cola ahora es así ⸺respondió este a través de la mascarilla.

Nuestro protagonista esperó unos 15 minutos en esa cola, oyendo mientras que los que había antes de él conversaban, sobre el único tema que todos tenían en la cabeza aquellos días.

Pues yo no sé si es prudente lo que piden algunos de dejar salir a los críos, que es verdad que todo el día en casa no pueden estar, pero toquetean todo, algunos se echan cosas a la boca...
Ya ve, mientras los chinos, que empezaron todo esto sacando tajada.
Y países robándose unos a otros material.
Ahora dicen que piensan recomendar el uso de mascarillas en general.

Esto último preocupaba sobremanera a nuestro personaje, ya que encontrarlas era por demás duro. Insistía el ministro de Sanidad que no las impondría mientras no pudieran suministrarlas, pero es que casi todas las farmacias avisaban de que no las tenían en carteles en el exterior para que nadie las pidiera. Aquella donde estaba nuestro protagonista era la única que en aquellos días había permitido comprar ciertos útiles de protección. En estas andaba nuestro protagonista, cuando se dio cuenta de que ya solo tenía delante de él al muchacho al que había preguntado al llegar. Ambos convinieron en que atendieran antes a una mujer de avanzada edad que llegó en ese momento.

Muchas gracias, hijos ⸺agradeció la señora al salir⸺. Pero tú tienes que protegerte más. Que vas casi a pelo ⸺añadió señalando a nuestro protagonista.
Ya lo sé, señora, a eso vengo ⸺respondió Fran y entró en la tienda.

Como Fran había supuesto, la farmacia aún atesoraba algunos guantes sanitarios y unas pocas mascarillas.

Pero son quirúrgicas, habría que desecharlas tras cuatro horas ⸺dijo la farmacéutica.
Bueno, menos es nada, dame tres ⸺contestó nuestro protagonista pensando en su familia.
Son 21 euros, seis cada mascarilla, mas los guantes. Te los sabes quitar y desechar ¿no?
¿¡Seis la mascarilla y hay que tirarlas!? ⸺preguntó Fran.
Es lo que hay, sé que no es agradable.
Vale, me las llevaré ⸺sentenció con lacónica resignación.

Al salir de la farmacia, Fran tenía el material que había ido a buscar. Pero se preguntaba si en algún momento se podrían normalizar los suministros, y sobre todo si ese gasto se podría mantener mucho tiempo. Curiosamente, conseguir los enseres necesarios le había traído más preocupaciones que alivio. 
 

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