Fran
esperó la cola de la farmacia, que era larga, muy lejos de la
puerta. Las medidas de seguridad impuestas ante la pandemia que
estaba asolando su planeta y su ciudad obligaban a dejar espacio
entre las personas, un metro o dos. Nuestro protagonista observó que
la mayoría de la cola iba mejor protegida que él, con mascarillas,
guantes de látex... Él usaba guantes de plástico de la frutería y
no había visto una sola mascarilla desde que aquella terrible época
empezó. Precisamente estaba en esa cola intentando remediarlo, ya
que la última vez que Doña Marta Palacios había salido a la calle
había encontrado ahí el gel hidroalcohólico, otro producto
necesario para protegerse de la plaga que afligía al mundo.
⸺Voy
detrás de usted ¿no? ⸺preguntó nuestro protagonista al chico
que parecía el último.
⸺Sí,
ya ves, tú doblas la esquina, la cola ahora es así ⸺respondió
este a través de la mascarilla.
Nuestro
protagonista esperó unos 15 minutos en esa cola, oyendo mientras que
los que había antes de él conversaban, sobre el único tema que
todos tenían en la cabeza aquellos días.
⸺Pues
yo no sé si es prudente lo que piden algunos de dejar salir a los
críos, que es verdad que todo el día en casa no pueden estar, pero
toquetean todo, algunos se echan cosas a la boca...
⸺Ya
ve, mientras los chinos, que empezaron todo esto sacando tajada.
⸺Y
países robándose unos a otros material.
⸺Ahora
dicen que piensan recomendar el uso de mascarillas en general.
Esto
último preocupaba sobremanera a nuestro personaje, ya que
encontrarlas era por demás duro. Insistía el ministro de Sanidad
que no las impondría mientras no pudieran suministrarlas, pero es
que casi todas las farmacias avisaban de que no las tenían en
carteles en el exterior para que nadie las pidiera. Aquella donde
estaba nuestro protagonista era la única que en aquellos días había
permitido comprar ciertos útiles de protección. En estas andaba
nuestro protagonista, cuando se dio cuenta de que ya solo tenía
delante de él al muchacho al que había preguntado al llegar. Ambos
convinieron en que atendieran antes a una mujer de avanzada edad que
llegó en ese momento.
⸺Muchas
gracias, hijos ⸺agradeció la señora al salir⸺. Pero tú tienes
que protegerte más. Que vas casi a pelo ⸺añadió señalando a
nuestro protagonista.
⸺Ya
lo sé, señora, a eso vengo ⸺respondió Fran y entró en la
tienda.
Como
Fran había supuesto, la farmacia aún atesoraba algunos guantes
sanitarios y unas pocas mascarillas.
⸺Pero
son quirúrgicas, habría que desecharlas tras cuatro horas ⸺dijo
la farmacéutica.
⸺Bueno,
menos es nada, dame tres ⸺contestó nuestro protagonista pensando
en su familia.
⸺Son
21 euros, seis cada mascarilla, mas los guantes. Te los sabes quitar
y desechar ¿no?
⸺¿¡Seis
la mascarilla y hay que tirarlas!? ⸺preguntó Fran.
⸺Es
lo que hay, sé que no es agradable.
⸺Vale,
me las llevaré ⸺sentenció con lacónica resignación.
Al
salir de la farmacia, Fran tenía el material que había ido a
buscar. Pero se preguntaba si en algún momento se podrían
normalizar los suministros, y sobre todo si ese gasto se podría
mantener mucho tiempo. Curiosamente, conseguir los enseres necesarios
le había traído más preocupaciones que alivio.
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