—Joder,
se aburre uno aquí frotando —dijo nuestro protagonista mientras se
lavaba las manos después de volver de una de las salidas que
permitía la cuarentena para comprar productos esenciales.
—Por
lo menos mamá encontró el otro día el gel hidroalcohólico, que
hasta hace tres días sólo teníamos colonia.
Cada
vez que uno ponía el pie en la calle durante aquellos días sabía
que se estaba exponiendo a un contagio de un virus muy malo. Y para
evitarlo, al volver había que tomar unas precauciones exageradas de
higiene y de costumbres. El siguiente paso, que nuestro protagonista
no había oído a nadie recomendar, pero que él seguía
escrupulosamente, era coger la ropa que había llevado a la calle y
dejarla en una habitación aparte.
—Hala,
al rincón de la enfermedad —sentenció Fran.
—Y
también hay que limpiar superficies de contacto, pomos de puertas...
—terció Juan.
—Así
se nos iba la colonia, y el gel, y el friegasuelos...
—¿Quieres
que te ayude?
—No,
deja, así me entretengo diez minutos más.
—Qué
mierda, cuando uno no está de precauciones está intentando pensar
en otra cosa.
—A
ver si se pasa esto, es insufrible.
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