viernes, 24 de abril de 2020

Hasta esto quieren quitarnos.

Bueno, suerte que nos queda esto, si no estaríamos engordando como tocinos, y se nos iría la olla aún más —dijo Fran a Juan Gordal.
Yo sí estoy engordando como un cerdo —respondió este—. Será que no hago bien "el otro entrenamiento". Pero sí, si no hiciéramos ni esta rutina estaríamos aún más desequilibrados.

En tiempos de pandemia, sin posibilidad de salir a pasear ni de hacer ninguna de las actividades que normalmente llenaban el ocio de los dos hermanos, no solo había que buscar actividades para tener la cabeza ocupada. También había que ingeniárselas para moverse, para notar los músculos desentumecidos y sentir que uno quemaba algo de energías. De modo que los Gordal Palacios habían desarrollado diferentes formas de desentumecerse. Fran y Juan mantenían con más disciplina que nunca los ejercicios de pesas, abdominales, etc que realizaban normalmente, y los tres, también Doña Marta Palacios, suplían los imposibles paseos callejeros por una hora de andar arriba y abajo por el pasillo.

Ayhijosestoesmuygraciosodesdeluegonoescomoandarporlacalleyverotrascosascruzarsecongentey
demásperoesentretenidoporqueevitaquesemeformentrombosyunovadandopasosquecasiseolvidade
queestásinsalirperomegustaríaverelsolmientrascamino... —vociferaba la matriarca de la familia.
Bueno, me alegro. Cuando tú acabes daré yo mi paseo —respondió nuestro protagonista.

De modo que incluso Doña Marta necesitaba algo de ejercicio y lo agradecía. Cuando aquella noche se fue a dormir, Fran casi se sentía como un día de antes de la pandemia, relajado y con ganas de dormir una larga noche. Al día siguiente, de nuevo, realizaba la rutina junto a su hermano, con su importancia en la mente. 

 

Hay que ser siempre constante, pero más aún ahora. Es de lo poco que podemos hacer.

Y entonces sonó el timbre. Los Gordal Palacios se sorprendieron. Ni que decir tiene que en aquellos días no se recibían visitas. Tampoco había pasado nada extraordinario que justificara que alguien les comunicara una emergencia. Doña Marta acudió a abrir y se encontró la vecina de abajo. Esta preguntó de malos modos:

¿Qué están haciendo tus hijos que dan esos golpes?
Pues es que hacen una gimnasia...
Pues que la hagan de otra manera que me están volviendo loca.

Los dos hermanos se quedaron estupefactos. Eran las 12:30 del mediodía, desde luego una hora bastante normal, y no dedicaban más de media hora diaria a estos ejercicios. Y de pronto resultaba que era demasiado para aquella vecina, hoy anciana, pero que se había dedicado a molestar desde que ambos hermanos tenían uso de razón.

Huyyantesporquerecuerdoqueunavezsubióaprotestardequelemolestabaqueteacunáramosenun
moisésqueotravezdecíaquenosotroshabíamosrotounaventanayquelecaíatierradelasmacetasensu
terrazaytambiénqueelascensorretumbabapornuestraculpa... —recordaba Doña Marta.
Pues a ver qué hacemos, porque sin movernos por la vieja cabrona no me voy a quedar —dijo Fran
Francamente, a esta hora en que nos movemos, no hay motivo para esto. Que la jodan —respondió Juan.
Ayhijoshayqueconviviryaguantarunpoquitopensadotraformadehacerlosejerciciosnobusquéis
cuestiónporqueesunaseñoramayornopodemosponernosconelladeigualaigualyonosésihacíaistanto
ruidoperonoquierodiscutir...
En aras de la convivencia llevamos casi 40 años cediendo nosotros —respondió nuestro protagonista —. Que se joda una puta vez ella.
Peroesqueyaesmuymayorynohayquebuscarlíosnosésipodemoshacerestotampocoseguroque

podéishacerotracosayqueno
vengaporquehastavenía
conlamáscaraylosguantes
aquíparadecirloymeha
sorprendiomucho...
Mira, mamá, ha estado molestando siempre, y vertiendo calumnias de nosotros... Yo creo que Fran tiene razón, no es ni mala hora ni un ruido tremendo... —razonaba Juan.
Y con una obra al lado donde hacen desde las ocho mucho más ruido —añadió Fran —. Y rompe la cuarentena para venir aquí a dar por culo.

Pero lo cierto es que el dilema estaba ahí. ¿Habría que cambiar la rutina de ejercicios? Desde luego esa mujer no se había ganado, y tiempo había tenido, el afecto de la familia. Pero por otro lado era una anciana con la que no podían ponerse de igual a igual. Pero tampoco podían Juan y Fran quedarse quietos del todo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario