miércoles, 5 de agosto de 2020

Juan, Fran y los herbolarios.

 
Mira, Fran aquí también tienen polos
de frutas. ¿Los probamos? ⸺dijo Juan.
⸺La última vez que entramos en
herbolarios de estos salimos bastante
resabiados.
¡Coño, Fran! Que la última vez que
entramos en un herbolario pudo ser
fácilmente hace cinco años, y
lo único que ocurrió es que no
conocíamos los cereales
que queríamos pillar.
Los dos hermanos se habían propuesto adelgazar y reducir las calorías que ingerían. La
merienda más habitual en aquel verano era un polo de frutas. Que aliviaba el apetito, el
calor y tenía más fruta y vitaminas que otra cosa. Pero no siempre encontraban los que querían.
En aquel herbolario parecían tenerlos de otra procedencia diferente a la que los hermanos solían
coger. Y juan decidió probarlos.
¿Pero qué pasa? ¿desconfías de ellos?
Juan, por favor, si sabes que nunca he temido probar ningún plato. Y ninguno es
ninguno. Pero aquí pedimos cebada y nos dieron quinoa, o lo que eso fuera.
Anda, déjate de tonterías. ¿De mandarina, lo quieres?
Fran echó un vistazo a los sabores. Lo meditó como 15 segundos y decidió:
Manzana.
Vale, yo papaya. Vamos.
Ambos hermanos entraron en la tienda, y buscaron los polos en la misma. No los vieron y
preguntaron a la dependienta, una mujer de unos 50 años delgada, con la piel seca y un
vestido pardo. Estaba hablando con otra mujer ligeramente más joven con rastas y teñida
de rubio de las clases de yoga que esta seguía. Y esto fue lo primero que espetó a los hermanos:
¿No veis que estoy atendiendo a otra persona? Callaos y esperad.
Oiga, no estaba usted hablando de nada de esta tienda. Si la atiende somos nosotros sus
clientes ⸺ dijo Juan haciendo un esfuerzo para no subir la voz.
Está bien ¿Qué queréis?
Pues dos polos de manzana y papaya
Pues lo siento, solo me queda de melocotón.
Bueno, pues de melocotón ⸺dijo Juan mientras dirigía a Fran una mirada más
elocuente que cualquier palabra sobre su estupor.
Metió la mano en el congelador y sacó un polo. Lo puso en el mostrador. Por primera vez,
Fran intervino:
¿Y el mío?
Solo me queda ese ⸺respondió la dependienta y antes de pasárselo a Juan añadió
⸺Y el envoltorio está abierto y el palo roto.
Pues mire, déjelo ⸺dijo Juan en un tono en el que Fran notó que había una lucha
muy grande por contener una explosión de ira.
Ya en la calle Fran sentenció:
Parece que lo de los cereales no era algo aislado.
Joder. Mi reacción ha sido lógica ¿no? No atender, no tener el sabor, solo uno, este
único defectuoso... Cuatro desaires en ¿6 minutos?
Que sí, joder, no seas tan falto de autoestima. Pero parece que estos establecimientos
no se nos dan bien, no.

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