lunes, 31 de agosto de 2020

La memoria pandémica.


Acudía nuestro protagonista a hacer aquellas compras que le habían encargado. Tenía algo rondándole la cabeza, pero no sabía qué era. Algún error, algún fallo, algo que había dejado mal al salir de casa. 

Tuvo que llegar al supermercado de la
esquina y ver el gel de manos para darse
cuenta. Como queriendo confirmar su
revelación la cajera le dijo:
Señor,no puede entrar sin mascarilla.
Aquello era. Había salido de casa sin esta
prenda tan necesaria en los tiempos en que
corrían. No era la primera vez. Cada cierto
tiempo le ocurría y no acababa de asimilar el
acto reflejo de mirar al salir de casa si la llevaba.
Miles de veces se lo había propuesto, y sin
embargo siempre acababasorprendiéndose boquiabierto en la calle sin su mascarilla, exponiéndose a la
pandemia que seguía castigando el mundo donde vivía nuestro protagonista.. Ni siquiera la amenaza de
las autoridades de la ciudad donde residía de multar hasta con 100 euros a quien saliera de casa sin ella
había logrado metérselo en la cabeza. Ahora tocaba la segunda parte, volver a casa con mucho cuidado
de no pararse ante una patrulla de municipales. Lo cierto es que hasta entonces ni una sola vez le
habían llamado la atención por esos olvidos, pero bastaba dar con un munipa un poco quisquilloso o con
ganas de lucirse para que el descuido empezara a tener consecuencias graves. Eso sin contar los
gérmenes y virus que Fran se sentía avergonzado de haber transmitido. Viendo una patrulla al fondo de
aquella acera que transitaba, y una farmacia a su mismo lado, Fran optó por entrar en la misma y
comprar una mascarilla:

Aquí la tiene, señor, y no se preocupe, todos
somos humanos.
Precisamente, por eso hay que protegerse.
Nuestro héroe salió con la mascarilla de la farmacia
. Iba feliz con ella en dirección a su casa a coger la
prenda protectora... Y cayó. Otra vez había metido la
pata, ya no era necesario subir una vez que se había
comprado la mascarilla de la farmacia. Dio media
vuelta y volvió al súper enfurruñado. Cuando salió de
él llevando sus pobres compras de queso de untar,
coca-colas, etc se cruzó con el coche de los
municipales. Echó a correr para entretenerse con
ellos lo menos posible, y cuando se alegraba de
no haber tenido bronca con ellos...Sí, en efecto,
se dio cuenta de que ya no había motivos.
Joder, pensó, qué mañana más
espesa llevo. Espero que haya sido porque me he quedado descolocado con lo del primer olvido, pensó,
no que ya sea así de corto.

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