Acudía nuestro protagonista a hacer aquellas compras que le habían encargado. Tenía algo rondándole la cabeza, pero no sabía qué era. Algún error, algún fallo, algo que había dejado mal al salir de casa.
Tuvo que llegar al supermercado de laesquina y ver el gel de manos para darsecuenta. Como queriendo confirmar surevelación la cajera le dijo:⸺Señor,no puede entrar sin mascarilla.Aquello era. Había salido de casa sin estaprenda tan necesaria en los tiempos en quecorrían. No era la primera vez. Cada ciertotiempo le ocurría y no acababa de asimilar elacto reflejo de mirar al salir de casa si la llevaba.Miles de veces se lo había propuesto, y sinembargo siempre acababasorprendiéndose boquiabierto en la calle sin su mascarilla, exponiéndose a lapandemia que seguía castigando el mundo donde vivía nuestro protagonista.. Ni siquiera la amenaza delas autoridades de la ciudad donde residía de multar hasta con 100 euros a quien saliera de casa sin ellahabía logrado metérselo en la cabeza. Ahora tocaba la segunda parte, volver a casa con mucho cuidadode no pararse ante una patrulla de municipales. Lo cierto es que hasta entonces ni una sola vez lehabían llamado la atención por esos olvidos, pero bastaba dar con un munipa un poco quisquilloso o conganas de lucirse para que el descuido empezara a tener consecuencias graves. Eso sin contar losgérmenes y virus que Fran se sentía avergonzado de haber transmitido. Viendo una patrulla al fondo deaquella acera que transitaba, y una farmacia a su mismo lado, Fran optó por entrar en la misma ycomprar una mascarilla:somos humanos.⸺Precisamente, por eso hay que protegerse.Nuestro héroe salió con la mascarilla de la farmacia. Iba feliz con ella en dirección a su casa a coger laprenda protectora... Y cayó. Otra vez había metido lapata, ya no era necesario subir una vez que se habíacomprado la mascarilla de la farmacia. Dio mediavuelta y volvió al súper enfurruñado. Cuando salió deél llevando sus pobres compras de queso de untar,coca-colas, etc se cruzó con el coche de losmunicipales. Echó a correr para entretenerse conellos lo menos posible, y cuando se alegraba deno haber tenido bronca con ellos...Sí, en efecto,se dio cuenta de que ya no había motivos.Joder, pensó, qué mañana másespesa llevo. Espero que haya sido porque me he quedado descolocado con lo del primer olvido, pensó,no que ya sea así de corto.
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