Aquella
mañana era excepcionalmente fría. Nuestro protagonista no tenía
trabajo entonces y atendía labores de casa, lo cuál en esas
condiciones le parecía casi una bendición. Recogiendo la casa y
ordenando las estanterías sentía no obstante el frío en los piés,
eso a pesar de haber puesto la calefacción. Al ducharse, aunque no
renunciaba a su tradicional aclarado en frío, le costó apagar el
agua caliente, y el trago de volver a vestirse, aunque corto, fue
desagradable. Después de aquello se puso a realizar varias tareas
pendientes con el ordenador, el momento más reconfortante, antes de
bajar a la calle y hacer unas compras pendientes. Entonces , llegó
Doña Marta Palacios de la exposición que había ido a ver:
-Ayhijosquecosamásbonitahevistoperoquefríohacíaesungustovolveracasaymiraquelohedisfrutado
ahoraconlacalefacciónestoymuchomásagustonosabescómolohepasadoenlacalleyesoqueibabien
abrigadagraciashijoporlascompras...
-No
es nada, mamá- Ahora esto está más o menos bien, pero no te creas,
esta mañana también he pasado un rato malo con el frio.
-Y
yo encima he estado haciendo cosas en la administración, que es muy
pesado -dijo Juan Gordal que entraba en ese momento por la puerta.
-Buenohijospuesvamosaponerlaslentejasdecomerquehoyvanaestardemaravillalashedejadohechas
antesdeirmesolohayquecalentarlasunpocoendiezminutosestaremoscomiendoyesohoysíquedaenergía
porqueheescogidoapostaelplatoparaeso...
-¿¡Lentejas?!
-gritaron casi a coro ambos hermanos.
Era
cierto, en toda la mañana nuestyro héroe no había parado un
momento a ver la comida, pero en cuanto las legumbres hirvieron, y
tuvo en su plato una buena ración con todos sus tropezones, cada
cucharada fue un momento de placer y confort difícilmente
comparable. Se sentía casi hasta más fuerte y capaz de enfrentarse
a cualquier tarea.
-Joder
, mamá, era sencillo, pero muchas gracias, es una de las mejores
comidas que he tomado.
-Es
que dada plato, aparte de su gusto, tiene tambiñen su día, hijo-
respondió Doña Marta.
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