El caso es que allí estaba, en pleno Madrid, que volvía a ser una de las zonas más afectadas por la pandemia que afligía el mundo donde vivía nuestro protagonista, y a cara descubierta. Por suerte, Fran era un hombre de recursos, y con un nudo logró que la mascarilla sirviera, al menos durante ese trayecto.
De modo que se plantó en el establecimiento de Callao, y se puso el preceptivo gel hidroalcohólico, antes de dirigirse a la planta de cómic y escoger alguno. Allí estaban Durango, un western bastante apetecible, Lezo, un relato en viñetas de la defensa por el célebre marino vasco tullido de Cartagena de Indias, el nuevo Blueberry con Joann Sfar en el guion y Eric Blain en el dibujo... Y sobre todo el último de Ibáñez, el que iba a ser el tradicional tebeo de olimpiadas de Mortadelo y Filemón aquel año si no hubiera llegado un virus y se las hubiera llevado por delante. Sobre todo era este el que atraía la atención de nuestro protagonista, ya que era el más manejable para leerse allí, y ya llevaba un tiempo en las tiendas en el cuál Fran no había podido acercarse a él.
Hizo ademán de cogerlo pero en su mirada se cruzó un cartel de aquellos habituales en los últimos tiempos en los establecimientos de su ciudad advirtiendo a los clientes de que tocaran lo menos posible los productos y que evitaran incluso el pago en metálico, que si podían mejor con tarjeta. Nuestro protagonista sintió, casualidades de la vida, justo en aquel momento como el pico de su mascarilla donde debía sujetarse la goma que había apañado con un nudo se distanciaba de su cara. De pronto se sintió un paciente 0. Recordó que la entrevista se habló sobre todo de teletrabajo y que ésta se había llevado a cabo con enormes precauciones. Que en el metro de la ciudad uno lo pasaba mal pensando en el contagio... La conclusión era evidente: no se podía leer así un cómic en aquellas condiciones. Mal que le pesara, este hábito era otro delos que el bicho, como popularmente se conocía a aquel maldito virus se había llevado por delante. Preguntándose cuando volvería realmente a haber una vida normal nuestro protagonista se internó en el metro. volvió a sentir molestias con el pico aquel de la mascarilla.
Realmente no — pensaba— , ni un segundo es posible evadirse de esta sensación.
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