habitual. Se había producido el cambio de hora, y notaba cómo a la hora de acostarse
no tenía el sueño que solía tener. Además ese año sí tenía un trabajo que le obligaba
a madrugones que no había sufrido en algunas ocasiones anteriores.
—Me cago en la leche, encima hay que dar gracias por tener trabajo—Claro, Fran, ya verás cómo en cuanto te pongas mañana en marcha ni te acuerdas de
esto —le dijo
Carolina. —Esoeshijoyomedespertarécontigoparadecirteadiósdejayalostebeosquetienesque
acostartesinomañananohabráquientelevanteparaleeresascosasvasatenermuchotiempoy
ahoranitelovasapasarbienconeso...—Intervino Doña Marta Palacios. —Sí, pero no tengo nada de ganas.Nuestro protagonista se encaminó a su dormitorio y recogió todo de mala gana. En contra de lo
que creía se durmió con relativa facilidad. Pasó una noche buena y se puso en marcha cuando su
despertador sonó. Pero al levantarse observó que no entraba el sol. Con el cambio de hora, de
nuevo volvía a levantarse antes de la llegada del día, algo que había dejado de pasar hacía como
un mes. Se encaminó a sus tareas, se fue al transporte público, y cuando salió en su estación de
destino se dirigió a su puesto. Todo ello bajo la luz de la luna y las estrellas. Sólo al final, justo
antes de entrar, se asomaba un tímido rayo de sol en el horizonte.
—Habrá que volver a salir a ver el sol en los fines de semana —dijo entrando a su puesto. —Con este horario de trabajo Drácula no tendría problemas —le respondió uno de sus compañeros. Sin embargo nuestro protagonista se consoló pensando que quizás en unas pocas semanas los días
se alargarían lo suficiente para no levantarse de noche.
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