―Pues este póster de Cárlos Giménez
completa esta pared ―dijo sonriente
Juan Gordal. ―Al final estás empapelando tu cuarto
de otro modo ―contestó nuestro
protagonista ―No lo voy a dejar en blanco.Juan Gordal seguía con la obra de
emprendido aquel año.
Una vez blancas las paredes tocaba cubrir ese espacio de forma que no quedara una pared
blanca desnuda, lo que unido a la pasión de Juan por el cómic y la cultura le había lanzado
a realizar compras de posters y de originales. Al final su habitación se iba a tematizar en
ese sentido.
―¿Cuánto te llevas gastado? Porque a diez euros cada lámina o cada poster... ―dijo nuestro
protagonista. ―No todos cuestan lo mismo. Tampoco ha sido nada que no podamos soportar. ―Este mes te han traído ya láminas de Beroy, Giménez, Pons... ―Y estoy esperando más, pero seguro que al final vale la pena.Fran observaba cómo la pared del fondo lucía con un aspecto casi de decoración profesional,y le pareció increíble lo que su hermano había logrado con sus propias manos. Hizo unaobservación:
―Quizás deberías poner un marco o algo así a los originales. No se deberían deteriorar. ―Bueno, no rascamos las paredes. Y los mejores los tengo aparte en una carpeta. ―Y no has dejado de comprar cómics tampoco. Estás invirtiendo bastante. ―También son tuyas. ―No, lo de tu cuarto te pertenece aunque hayamos compartido los cómics. ―De todas formas te concederé una gracia. ¿Echas en falta a algún autor?Fran sobrecogido por la responsabilidad que se le confiaba echó un vistazo a la colección.
Con dibujantes de todas las escuelas, como Paco Roca, Segura o Bernet, echó uno a faltar.
―No tienes uno de Jan, Juan. El mayor de los hermanos se quedó mirando y se sorprendió. Era cierto que no tenía nada
del autor de Superlópez. ―¡Mañana lo busco y lo pido! ―exclamó casi con ―Si el bolsillo lo permite.
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