―Bueno, se ha acabado vuestra cría en el campo. Ahora ya estáis en la plaza, así que venga:
¡Ejé, toritos!Los dos niños respondieron atcacando y el mayor los tomaba el pelo haciendo que volvieran a
pegarse tremendos topetazos entre ellos. Fran observaba asombrado pensando que no podía
aprenderse nada bueno imitando un espectáculo consistente en abusar y tomar el pelo, aparte de
causar dolor a un animal. Pero bueno, a su edad era quizás normal que los niños no se dieran aún
cuenta de eso. Lo que más preocupó a nuestro protagonista eran los golpes en la cabeza que
aquellos dos menores se estaban llevando. ¡Y había quien decía del boxeo! En estas estaba la cabeza
de nuestro protagonista cuando Doña Marta le habló:
―Venga, Fran, que es la una. Vámonos.Nuestro protagonista y su progenitora se pusieron en marcha y una pelota escapada a otro grupo
de niños daba grandes botes en dirección a donde ellos iban.
―Devuélvela, Fran ―dijo Doña Marta.Fran la devolvió con un toque de cabeza que hacía mucho tiempo que no practicaba, pero que le
salió con la dirección y fuerza precisas para devolver la bola a aquellos chavales.
―Gracias, señor ―le dijo uno de los niños. ―De nada. ¿Habéis visto el toque de cabeza? También tendréis que practicarlo. Doña Marta Palacios, por contra no lo veía claro: ―Perocómolesdicesesohijoyonosécómonotehadadocosaponerahítucabezanosénicómolohacenlos futbolistasamímedaríaunmiedotremendoaversiesosniñossevanahacerdañocomodicesaunquebueno selosvecontentos... ―Créeme, mamá, hay juegos mucho peores para la cabeza ―sentenció Fran.
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