Cuando acabó aquella mañana de estudio en la biblioteca, Fran Gordal comprobó el móvil.
En pantalla aparecía un mensaje de Juan Gordal:
¿Dónde has estado? He pasado por la biblioteca y no te he visto.
Nuestro protagonista se quedó muy sorprendido por aquella pregunta. No había salido en
toda la mañana de la sala de estudios. Al llegar a casa lo explicó:
—No me vengas con historias, que además no
es la primera vez. La semana pasada pasé también
y tampoco estabas. ¿Donde te vas cuando dices que vas a la biblioteca? —Juan, he estado en la sala de estudio. Y te he contestado al mensaje. No te inventes historias. —Mira, me lo creería si me hubieras mandado una foto. ¿Dónde te vas? —Te digo que he estado en el mismo sitio. ¿Te crees que soy tan imbécil? —Mirahijoyosolotedigoqueesperoqueseaverdadqueestásestudiandoporquesinoloúnicoquehaceses engañarteatimismonoquieroqueseastantontodeperdertutiempoahícontodoloqueteestásjugandoaver sivasasercomouncrío... —intervino Doña Marta Palacios. Al día siguiente Fran volvió a la biblioteca con la intención de pasar más horas de estudio según
se acercaba la fecha de su examen de oposiciones. Durante el estudio volvió a llegarle un Whatsapp
de Juan:Nuestro protagonista contestó como ustedes se imaginan y añadió no una foto sino un video de un¿Ahora vas a volver a decirme que estabas ahí? Acabo de pasar. ¿Dónde estabas?
barrido por la sala de estudio. ¿Pues cómo no te he visto? He pasado hasta dentro, insistía en
Whatsapp Juan. Fran le respondió que se quedara en la puerta, que iba a su encuentro. En
efecto encontró a Juan en la entrada.
—¿Pues dónde te pones? —En la sala de estudio, si me duele la boca y el Whatsapp de decirlo. —No, yo he mirado y no estabas. —¿Dónde has mirado? —Pues aquí —Insistió Juan señalando los asiento de la zona de hemeroteca.
Nuestro protagonista
se contuvo la
carcajada que le
vino como impulso
para no hacer ruido
en la biblioteca.
Posteriormente
repuso:
—Esa no es la sala de estudio, pringado. Ven para abajo. Después de mostrarle el aula del piso inferirode la biblioteca, ambos hermanos salieron a la calle,
con Juan rojo y cabizbajo y Francisco Gordal riéndose a todo trapo. Cuando llegaron a casa
Doña Marta Palacios también se rio y sentenció: —PuesmiraquenosaberniqueexistíaeseaulaalfinalvaatenerrazóntuhermanoJuanyesquecomotúno estudiasnotesabesnilossitiosymientrastuhermanointentandosacarlasoposicionesytúnisabesdequé vaeso... —Encima bronca —dijo Juan aún avergonzado. —Lo siento, Juan. Cuando uno mete la pata de este modo hay que asumir las consecuencias
—sentenció finalmente nuestro protagonista.
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