Fran y Juan Gordal
bajaron al
supermercado a
hacer la compra
de la semana.
Cuando creían tener
todo lo que necesitaban marcharon hacia la caja. Juan hacia un repaso de la lista que llevaban: —Vamos a ver: detergente lo tenemos, pescado congelado lo tenemos, legumbres las tenemos...¡Pan!
¡Nos falta pan!Recuerda, Fran: sin sal. —Voy a por él. Nuestro protagonista se encaminó a la estantería donde se encontraban los productos de panadería
en la tienda y mientras buscaba visualmente vio un invento de algunos panaderos y reposteros: pan
especial para hacer torrijas. Tenía un aspecto característico y estaba entre el resto. Fran suponía que
tendría una textura pensada para empapar mejor y una corteza pensada para la fritura. Pero el invento,
según Fran hacía aguas por todas partes. Vamos a ver, si la idea de las torrijas era aprovechar el
pan duro para hacer dulces y tener una comida barata pero agradable y contundente en la semana
santa, ¿no quedaría ya bien con un pan de toda la vida? De hecho, pensaba nuestro protagonista,
aquella idea era desvirtuar el producto. Este dulce se había hecho famoso y popular con el pan de
barra normal y Doña Marta, por ejemplo, siempre las había preparado de ese modo haciendo las
delicias de todos en la casa. Cuando uno tiene ganas de mejorar algo que funciona tal y como está
casi siempre acaba metiendo la pata. ¿Cómo sería una torrija de ese pan? En cualquier caso, no
mejoraría lo que había. De pronto la voz de Juan sacó a nuestro protagonista de sus pensamientos: —¿Qué pasa, Fran? ¿Por qué no vienes? —Nada, estaba pensando en las torrijas. —Con la torrija y lo dice tan pancho. Venga, tare el pan. —Sí, como el que siempre hemos llevado —sentenció nuestro protagonista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario