calzoncillos del
manillar de la
bicicleta. Mientras
se los llevaba Doña
Marta
Palacios le preguntó:
—Ahestásconlabicicletamuybienporquehacíamuchoquenolasacabasaversitelallevasquehacemuchoquenosalesyoyacreíaquesetehabíapasadolatonteríaperoveoquenoqueestásconellamealegroporquesinoaverparaquétesirve...En realidad Fran no sacaba su bicicleta por algo mucho más sencillo que hemos comentado:creía que debía adelgazar antes de volver a ponerse la ropa de bicicleta o de sacarla. Viendo queseguía echando barriga se lamentaba cada vez que se ponía ante ella, aunque de momento le estabahaciendo un servicio tremendo como tendedero. En ningún sitio se secaban mejor los calzones.
—En realidad es mi tendedero, mamá —explicó nuestro protagonista. —Yparaquétienesquetenderahíconlobienquesesecatodoenlaterrazaaversinodeberíasmejortirarla sinolavasausarqueyavestúelabsurdodetenerunabicicletaparaesoymiraqueahoraestánponiendocarriles debiciqueyaerahora...Fran había notado también que su ciudad empezaba a ponerse al día en cuanto a las condicionespara la movilidad de este medio de transporte. Aunque en las carreteras normales había espaciopara bicicletas él no se atrevía a meterse con algo tan endeble entre los coches. Eso aliviaba enparate su conciencia por no adelgazar y usarla, pero ahora esa excusa empezaba a no servir. Conesdtas ideas en la cabeza se dirigió al tendedero y observó que la ropa estaba apelotonada y no sesecaba bien. Al menos así puedo justificar el uso como tendedero, pensó, pero no servía. Eraevidente que debía perder peso y volver a salir como ciclista a la calle. Pero mientras tenía graciasaquello calzones disponibles para toda aquella semana.
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