-¡Por fin! -dijo Fran viéndolas en el carro-. Te has
acordado de las mantas, mamá.
Doña Marta Palacios las había llevado a lavar al
tinte a principios del verano. Era lógico, pero en la
ciudad de nuestro héroe ya comenzaba a refrescar
y, curiosamente, teniendo un montón de ropa de
abrigo no la podía usar.
-Yo siempre cumplo, hijo. La verdad es que ya
hacía falta.
- ¿Y jerseys? Porque sólo encuentro dos y tú
dices que no los eche a lavar porque están en la
lavadora
el resto.
-Ay, hijo, yo no sé cuantos jerseys usas tú al día. Sí que sé que el cajón de la ropa sucia está lleno
de ellos.
-Estoy viendo que es mejor que me ocupe yo. Voy a poner una lavadora y...
-¡Ni se te ocurra tocar allí, que tengo todo organizado, y me lo desmantelas!
-Esto es lo que me quedaba por ver. Una madre que se niegue a que su hijo se ocupe de su ropa.
-Puedes vestirte bien, no digas tonterías. Basta que toques allí para que yo no encuentre nada
-Pero mamá, es que llevo dos semanas tirando con...
-Ya lo haré yo. Tu madre siempre cumple.
-Como tú quieras, mamá.¿Pero qué tiene de malo que cada uno lleve su ropa?
-Que tú te metes en la mía.
-Huy sí. Yo acostumbro vestirme de señora de tu edad.
-¡Yo solo te digo que ahí no toques!
-Bueno, pero tú tenme a punto lo mío.
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