-Pues no sé si me da más lástima o repugnancia -dijo Fran. -Yo tengo una cosa clara, no es como un padre quiere ver a su hijo -respondió Juan. Ambos hermanos habían visto a aquel mendigo travestido muchas veces. Un hombre de
mediana edad con gafas que llevaba el perlo largo con un lazo, un vestido y a veces hasta maqullaje. -Es patético en varios sentidos de esa palabra -dijo Fran. -Pero no deja de ser una persona. Y tiene muy mala cara. A veces me dan ganas de echarle una moneda. -Yo creo que necesita mucha más ayuda que la económica. ¿Habrá sido siempre así? ¿No tendrá
una familia? -Hombre sí ha sido así, porque no se ha operado. Si tiene una familia que deja en esta situación
a algunos de sus miembros es para retirarla el saludo. -Yo no te dejaría a tí en esa situción. Esto encendió a Juan. -¿Me estás comparando con esa “criatura”? -No he dicho eso, sólo que... -¡Mira que te parto la cara! -¡Joder! ¡¿No eras tú el que se apiadaba de él?! -Me dan ganas de pegarte una hostia. -¡No hay Cristo que te entienda! En algo estamos de acuerdo, no queremos ser ese ser.
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