jueves, 30 de abril de 2020

El fenómeno del ave indescifrable.

Bueno, mamá, de todas formas no podemos hacer nada. Así que déjalo ya dijo Fran a Doña Marta Palacios.
Ayhijoesque
desdelosúltimos
diasdecuarentena
veoaesepajaritoahí
yquequiereentrar
poresaventana
ysedaconelcristal
meestádandomucha
lástimanosé
quédebehaberal
otroladoquetanto
leinteresaylosdela
casanoabreny
llevamosasívariosdías...
Ya, pero es que no podemos hacer nada. No creo que la policía o los bomberos vengan por eso, y no podemos decírselo a los de la casa.

Lo cierto es que aquel animalillo transmitía cierta angustia. Doña Marta lo había divisado una de las últimas veces que durante la cuarentena salía el pueblo de Madrid a aplaudir la labor de los sanitarios que luchaban contra la pandemia. El ave estaba posada en la cornisa de una ventana de la casa de enfrente, intentando incansablemente por algún motivo entrar en la vivienda. Cada vez que lo intentaba se daba con el cristal y volvía a su lugar de partida en el alféizar. Ahora ya se estaba levantando la mano con el confinamiento, pero en sus primeros paseos de una hora, Doña Marta Palacios al salir y volver de casa había visto que seguía ahí.

En las películas de Hitchcock eso daría miedo, en la vida real da lástima observó Juan.
¿Es un pájaro doméstico? Porque yo lo veo con otra forma y más grande que un gorrión añadió nuestro protagonista.
Noselovebienporlaventanayodiríaquesíesungorriónperosealoqueseaestáelanimalconesafijación
noseyosienlacasanosedancuentaosiesquenoloquierenoigualnohaynadieenesaviviendatampocosabría
reconocerlosiloveoporlacalle...
Gente hay, se ve a un hombre sentado en una mesa de escritorio por la ventana. Fran, déjame el móvil.
Pero si no sabemos el número.
Tú déjamelo.



Fran comprendió en cuanto pasó el aparato a su hermano que lo que quería era usar la cámara de fotos, no llamar. Cuando tuvo la foto y amplió con el zoom el pájaro aparecía con mucho mayor detalle de lo que se veía al natural, pero no lograron reconocer la especie de aquel volátil. Sí observaron que era más grande que un gorrión y de un color verdoso.

Debe ser una cotorra de esas que se van de las casas que ahora querrá volver pensó Juan.
Aymedanganasdegritarporlaventanayocreoquesituviéramosesoencasayanoshabríamosdado
cuentaylehubiéramosabiertoohechoalgoquetampocodebeseragradableteneraunanimal
dandogolpesenelcristal...
Tampoco creo que vocear... ⸺comenzó a decir Juan y cuando volvió la cabeza el ave no estaba ¡Se ha ido! En cuanto he mirado hacia otro lado ha desaparecido.
Joder, qué bicho más inquietante comentó nuestro protagonista Unos peleándonos por salir y otros por entrar.
Tengo la foto dijo Juan. No sé si preguntar a un biólogo con el que hablo por internet.
Casi que no sentenció nuestro protagonista. Prefiero que la imaginación trabaje por una vez que vemos algo así.

Volver a lo que ya hacíamos.

Últimamente las noticias eran buenas. El mal que afligía el mundo y la ciudad de nuestro protagonista daba trazas de haber dejado atrás el peor momento para su país. Aunque trescientas muertes cada día seguían siendo muchas, contagios y decesos se habían reducido desde hacía poco más de un mes. Estremecía pensar que trescientos fallecimientos diarios pudieran verse como algo positivo, pero Fran tenía presente que, por desgracia, situaciones como guerras y pandemias tienen esos efectos. Según las autoridades sanitarias el ritmo de expansión iba a permitir ya aquel sábado relajar las medidas de cuarentena.

Hay gente empeñada en las redes sociales y en las videoconferencias en que no podemos alegrarnos, que son muertos... Mira, es verdad, y desde luego que lo siento por los que se han ido, pero qué quieren que les diga, yo he tenido mucha suerte de que nadie de cerca se haya muerto, los dos únicos que conocía que lo han pasado lo han tenido flojito, y estoy mejor y con mas libertad que hace un mes, lo siento, pero no voy a llorar, que cierta gente es muy cargante ⸺repetía a ratos nuestro protagonista.
Lo que cuenta ahora es volver a las tiendas a por tebeos ⸺respondía Juan.
¿Tebeos? Primero, aún no abren más tiendas que las que necesitan cita previa, repartos a domicilio y similares. Y segundo, llevas 46 días sin otra cosa que hacer que leer tebeos.
Precisamente, me he acabado todo lo que tenía. Me he leído todo lo de Corben, Las Meninas de García y Olivares, Bezimena, Klezmer... Ahora necesito Preferencias del Sistema, por ejemplo.
Joder, eres un puñetero yonqui. De momento, confórmate con llevar a mamá a dar una vuelta de no más de un kilómetro, y hacer ejercicio individual fuera.
Ejercicio individual sí que llevo mes y medio haciéndolo sin parar. Los integrales de Thorgal, y otros, también los necesito. Valía la pena superar la pandemia para leer muchos tebeos.
Eso, ver el sol, y relacionarse que le den.
Todavía para que eso ocurra queda tiempo, Fran.


Doña Marta, que estaba leyendo un libro en el salón, cortó la discusión de los hermanos añadiendo un dato más de ese plan:

Ayhijosyquealegríaquehoyhadichoelsacerdotedelamisaqueprontoyapodremosiralasiglesiasy
participardelaeucaristíadeverdadquetengomuchasganasdevolveracomulgaresunacosagrandiosasolo
oírlomereconforta...
¡La otra! ⸺exclamó nuestro héroe⸺. Mamá, si llevas mes y medio de oír misas diarias.
Peronoeslomismohijoaquíteoyesunamisaparapasarelratoporquenohayotracosanohaycomparación
airalaiglesiaundíaespecialparticipardelaalegríadelsacramentocomulgarvergentecompartirla
experienciaysentiralAltísimo...

Fran estaba alucinado. Sus dos compañeros de cuarentena estaban deseando hacer lo que hacían en cuarentena, aunque eso sí, bien hecho. Él no terminaba de entenderlo.


Bueno, pues Carolina, Alvarito, las tías, los primos, los amigos, que esperen. Tebeos y juerga mística son lo primero.
⸺Toma, mamá ⸺añadió Juan⸺. Tengo tebeos del Papa Juan Pablo II y de San Juan de Dios, los pillé porque admiraba a los dibujantes que los hicieron.

Graciashijomehabéis
hechoestacuarentena
muchomásllevaderaseguro
queestánmuybienyote
invitaréaunamisa
importantequeveoque
tambiéntegustaráes
algomuybuenollevas
muchotiemposiniry
experimentaresegoce...
Mamá ⸺interrumpió Juan⸺, admiraba a los dibujantes pero no llego a tanto.
Hay que joderse, hasta mezclan sus obsesiones sentenció nuestro protagonista.

viernes, 24 de abril de 2020

Todos los errores posibles en una cuarentena.

Corre, mamá, a lavarte las manos ⸺dijo nuestro protagonista al abrir la puerta a su progenitora.
Ayhijoquépesado
eresvoyahora
mismoqueacabo
dellegartengoque
quitarmela
mascarillaylas
proteccionesmiralo
quehetraídodela
comprayparamime
hetraidoelABC 
quehoyademástraíalodela
iglesiavelosacando...

Doña Marta Palacios, que estaba llevando con una resignación muy propia de sus convicciones cristiana la cuarentena, cuando resulta que de normal le encantaba la calle, había disfrutado de su día de permiso. Juan y Fran Gordal la dejaban salir una vez cada semana para que cogiera aire, mientras el resto del tiempo la tenían en casa para que como población de riesgo que era no se expusiera al virus que tenía afligida la ciudad y el mundo de nuestro héroe. Y luego había que llevar a cabo el ritual de desinfección acostumbrado, que con Doña Marta era a veces complicado, ya que se empeñaba en alterar el orden lógico de las operaciones, y no aguantaba que se le hiciera la más mínima indicación.

Guarda la mascarilla en su sitio.
Queyalahedejadogotamalayaquemedaseldíacadavezquemepongoahacercualquiercosanome
extrañaqueningunachicateaguantequesiempretedaporcontrolarlotodonomevasaanularvoyaseguir
haciendolascosas...
Bueno, tenemos comida para tres o cuatro días, ya recogidos todos en casa ⸺sentenció Fran.

Y así fue hasta la tarde, pero después de la siesta Juan Gordal observó algo. No era un problema muy serio, pero él estaba incómodo:

Se nos han acabado las coca-colas. Voy a bajar a traer.
¡¿Cómo que vas a bajar a traer?! ⸺dijo nuestro protagonista⸺. Ya hemos hecho la compra. Espera no te digo yo que dos o tres díasl, pero a mañana al menos.
No exageres, Fran. Si ha salido mamá que lo hace mucho peor que yo, yo tomando las precauciones puedo ir.
Joder, que te estás exponiendo. Si no lo haces por el virus hazlo porque no te multen. Que eso no es imprescindible.

Pero antes de que nuestro protagonista acabara esta frase, su hermano ya había abierto la puerta y salido de casa. Doña Marta Palacios, que había ido a la cocina apareció con una bolsa de basura.

Nomehaesperadoleibaadecirquedejaraestoenelcubosisalíaquetenemosmuchabasuraacumuladade
díasenquenohabíamossalidoyhemosconsumidocosasperosehaidoahorametendréquebajaryoydejarla
ensusitio...
¡No, mamá! Tú ya has salido, voy yo ⸺exclamó Fran lamentándose de ese desbarajuste en la cuarentena.

Nuestro protagonista volvió, se quitó todos los aditamentos con los que salía de la casa, y corrió a lavarse las manos.

Los tres hemos salido en tres turnos distintos. Que no vuelva a ocurrir ⸺dijo mientras se ponía el gel de manos⸺¿Y Juan cómo tarda tanto?

Como cinco minutos después volvió este con una bolsa de coca-colas.

¿Ves cómo no pasa nada? Venga, deja esto en su sitio que voy a lavarme.
¡Pero no me toques!⸺gritó con desesperación Fran cuando su hermano extendió una mano. Ahora tendría que volver a lavarse y cambiarse⸺. Pues nada, nos vamos ya todos a un guateque. Total, tal como hemos guardado hoy la cuarentena...

Hasta esto quieren quitarnos.

Bueno, suerte que nos queda esto, si no estaríamos engordando como tocinos, y se nos iría la olla aún más —dijo Fran a Juan Gordal.
Yo sí estoy engordando como un cerdo —respondió este—. Será que no hago bien "el otro entrenamiento". Pero sí, si no hiciéramos ni esta rutina estaríamos aún más desequilibrados.

En tiempos de pandemia, sin posibilidad de salir a pasear ni de hacer ninguna de las actividades que normalmente llenaban el ocio de los dos hermanos, no solo había que buscar actividades para tener la cabeza ocupada. También había que ingeniárselas para moverse, para notar los músculos desentumecidos y sentir que uno quemaba algo de energías. De modo que los Gordal Palacios habían desarrollado diferentes formas de desentumecerse. Fran y Juan mantenían con más disciplina que nunca los ejercicios de pesas, abdominales, etc que realizaban normalmente, y los tres, también Doña Marta Palacios, suplían los imposibles paseos callejeros por una hora de andar arriba y abajo por el pasillo.

Ayhijosestoesmuygraciosodesdeluegonoescomoandarporlacalleyverotrascosascruzarsecongentey
demásperoesentretenidoporqueevitaquesemeformentrombosyunovadandopasosquecasiseolvidade
queestásinsalirperomegustaríaverelsolmientrascamino... —vociferaba la matriarca de la familia.
Bueno, me alegro. Cuando tú acabes daré yo mi paseo —respondió nuestro protagonista.

De modo que incluso Doña Marta necesitaba algo de ejercicio y lo agradecía. Cuando aquella noche se fue a dormir, Fran casi se sentía como un día de antes de la pandemia, relajado y con ganas de dormir una larga noche. Al día siguiente, de nuevo, realizaba la rutina junto a su hermano, con su importancia en la mente. 

 

Hay que ser siempre constante, pero más aún ahora. Es de lo poco que podemos hacer.

Y entonces sonó el timbre. Los Gordal Palacios se sorprendieron. Ni que decir tiene que en aquellos días no se recibían visitas. Tampoco había pasado nada extraordinario que justificara que alguien les comunicara una emergencia. Doña Marta acudió a abrir y se encontró la vecina de abajo. Esta preguntó de malos modos:

¿Qué están haciendo tus hijos que dan esos golpes?
Pues es que hacen una gimnasia...
Pues que la hagan de otra manera que me están volviendo loca.

Los dos hermanos se quedaron estupefactos. Eran las 12:30 del mediodía, desde luego una hora bastante normal, y no dedicaban más de media hora diaria a estos ejercicios. Y de pronto resultaba que era demasiado para aquella vecina, hoy anciana, pero que se había dedicado a molestar desde que ambos hermanos tenían uso de razón.

Huyyantesporquerecuerdoqueunavezsubióaprotestardequelemolestabaqueteacunáramosenun
moisésqueotravezdecíaquenosotroshabíamosrotounaventanayquelecaíatierradelasmacetasensu
terrazaytambiénqueelascensorretumbabapornuestraculpa... —recordaba Doña Marta.
Pues a ver qué hacemos, porque sin movernos por la vieja cabrona no me voy a quedar —dijo Fran
Francamente, a esta hora en que nos movemos, no hay motivo para esto. Que la jodan —respondió Juan.
Ayhijoshayqueconviviryaguantarunpoquitopensadotraformadehacerlosejerciciosnobusquéis
cuestiónporqueesunaseñoramayornopodemosponernosconelladeigualaigualyonosésihacíaistanto
ruidoperonoquierodiscutir...
En aras de la convivencia llevamos casi 40 años cediendo nosotros —respondió nuestro protagonista —. Que se joda una puta vez ella.
Peroesqueyaesmuymayorynohayquebuscarlíosnosésipodemoshacerestotampocoseguroque

podéishacerotracosayqueno
vengaporquehastavenía
conlamáscaraylosguantes
aquíparadecirloymeha
sorprendiomucho...
Mira, mamá, ha estado molestando siempre, y vertiendo calumnias de nosotros... Yo creo que Fran tiene razón, no es ni mala hora ni un ruido tremendo... —razonaba Juan.
Y con una obra al lado donde hacen desde las ocho mucho más ruido —añadió Fran —. Y rompe la cuarentena para venir aquí a dar por culo.

Pero lo cierto es que el dilema estaba ahí. ¿Habría que cambiar la rutina de ejercicios? Desde luego esa mujer no se había ganado, y tiempo había tenido, el afecto de la familia. Pero por otro lado era una anciana con la que no podían ponerse de igual a igual. Pero tampoco podían Juan y Fran quedarse quietos del todo.

viernes, 17 de abril de 2020

Mundo Mutante, otro apocalipsis que sí mola.

Pues otro tebeo apocalíptico que es más divertido que este desastre real de la pandemia ⸺dijo nuestro protagonista.
Da un poco de pena ver cómo se aprovechan todo el rato del pobre Dimento ⸺respondió Juan.

Los dos hermanos hablaban de Mundo Mutante, uno de los tebeos más famosos del dibujante Richard Corben, con su amigo Jan Strnad al guion. Era otra historia de las que todos tenían en mente en aquellos tiempos en que una horrible plaga asolaba el planeta de nuestro protagonista cambiando el funcionamiento normal de todo. En un mundo apocalíptico un mutante grande, fuerte, pero no muy inteligente intenta sobrevivir en contacto con varios personajes, la mayoría sinvergünezas y desalmados que se aprovechan de él. Dimento, que así se llama el protagonista de la historia logra despertar la empatía del lector con su determinación y su esfuerzo, y también por la lástima que provocan las desgracias que sufre. Pero en su camino también tendrá la suerte de dar con mujeres hermosas y algún religioso o científico dispuesto a ayudarlo.

Al menos en este mundo sigue habiendo mujeres despampanantes y uno puede salir de su refugio ⸺dijo nuestro protagonista.
Bueno, pero no hay monstruos dispuestos a devorarnos ⸺respondió Juan.
Joder, pues preferiría tener miedo a mutantes gigantescos que no a una mierda bicho al que ni veo. 

 

Pequeñas ausencias.

Nuestro protagonista lanzó sus brazos lo más rápido que pudo, pero no llegó a evitarlo. Aquel vaso cayó al suelo partiéndose en mil pedazos. Normalmente que se rompiera un recipiente en la casa de los Gordal Palacios no era un drama, pero en los días de la pandemia era muy difícil reponer cualquier pequeño objeto que faltara.

¡Mierda!⸺gritó Fran⸺. Después de esto nos quedan cuatro vasos, los justos para tres personas.
Habrá que tener mucho cuidado, y sobre todo, que tú y tu madre, que sois dos máquinas trituradoras de vasos no metáis más la pata ⸺respondió Juan.

El asunto de los vasos venía a sumarse a una serie de ausencias de objetos de uso diario que se desgastaban y normalmente se reponían sin dificultad. Objetos y tareas que se habían quedado sin realizar antes de que el mundo donde vivía nuestro protagonista había tenido que hacer literalmente un paréntesis en su vida y su funcionamiento. Todos habían dejado algo a medias o estaban aguantando pequeños desperfectos que normalmente hubieran arreglado de un plumazo.

Además de traer vasos, en tiempos normales ya hubiera repuesto el flexo de mi cuarto ⸺comentaba nuestro protagonista.
Y yo hubiera tenido que comprarme un cinturón ⸺respondía Juan⸺. Ahora me cuesta andar con los pantalones de calle. Claro que como casi no salgo...
Y pequeñas cosas. Yo tengo los pelos que iba a cortarme, iba a graduarme la vista...

Entonces llegó Doña Marta Palacios que llevaba un rato oyendo la conversación de los hermanos. Ella hubiera querido llevar a cambiar la pila a su reloj de pulsera, pero tampoco había podido ser. Y aquel día se añadía otro problema para la matriarca de los Gordal Palacios:

Ayhijospueslodelosvasosavercómoloarreglamosperoamíestamañanasemeharotoelsecadordepeloy
tendríaquepillarotroporquesinélnomeapañoynoséquévoyahaceresmuynecesariomehaquedadoelpelo
muymalynoquieroseguirasí...


Juan y Fran observaron el problema de su madre, y el mayor de los hermanos propuso una solución para arreglarlo de forma inmediata:

¿Y no puedes mirar por internet si queda algún sitio abierto del que te lo puedan traer?
Puesyonosémanejarmeconesoaversipodéisayudarmeperosíestaríamuybienquemelopudierantraer
porqueyoyapensabaenquedarmeasítodoelconfinamientoperosinohayporquémegustaríaarreglarloya
queesunamaravillapoderquedarseconelpeloseco...
Yo te ayudo mamá ⸺dijo nuestro protagonista.

Doña Marta y Fran se encaminaron al ordenador. Fran se asustó viendo a su madre apretar compulsivamente las teclas del ordenados y gritando a viva voz:

Ayhijopoerqué
nosaleelgoogle
estosehapuesto
blancoynosésalir
aversipuedometer
aquíparabuscarlo
quequeremosquenos
lotraiganrápido
peroyonome
apañoconestoaversi
vosotrossabéisporque
yomeestoy
desesperandonohaymaneradeavanzar...
Veo que esto va a ser muy duro ⸺resopló nuestro protagonista.
Lo que nunca hubiera supuesto es que fuera mamá la primera que aquí recurriera al comercio electrónico ⸺sentenció Juan.
⸺A ver, mamá, el más básico nos vale. No lo queremos de esos con inteligencia artificial que hay ahora, que mandan datos a quien no deben.
 ⸺Yonosécómovaesoyosoloquierounodebuenamarcaquemesirvaparacuidarmeelpelocomohehecho
siempreyodeesoderobotsydeesamurganosénadayoquierosolounaparatoparaseguirsecándomeelpelo 
queahoratienesquemetertodo...
 ⸺Ya, déjame, que si no te aclaras con el ordenador, con esto no quiero ni pensarlo.

miércoles, 8 de abril de 2020

Lujos pandémicos.

Fran esperó la cola de la farmacia, que era larga, muy lejos de la puerta. Las medidas de seguridad impuestas ante la pandemia que estaba asolando su planeta y su ciudad obligaban a dejar espacio entre las personas, un metro o dos. Nuestro protagonista observó que la mayoría de la cola iba mejor protegida que él, con mascarillas, guantes de látex... Él usaba guantes de plástico de la frutería y no había visto una sola mascarilla desde que aquella terrible época empezó. Precisamente estaba en esa cola intentando remediarlo, ya que la última vez que Doña Marta Palacios había salido a la calle había encontrado ahí el gel hidroalcohólico, otro producto necesario para protegerse de la plaga que afligía al mundo.

Voy detrás de usted ¿no? ⸺preguntó nuestro protagonista al chico que parecía el último.
Sí, ya ves, tú doblas la esquina, la cola ahora es así ⸺respondió este a través de la mascarilla.

Nuestro protagonista esperó unos 15 minutos en esa cola, oyendo mientras que los que había antes de él conversaban, sobre el único tema que todos tenían en la cabeza aquellos días.

Pues yo no sé si es prudente lo que piden algunos de dejar salir a los críos, que es verdad que todo el día en casa no pueden estar, pero toquetean todo, algunos se echan cosas a la boca...
Ya ve, mientras los chinos, que empezaron todo esto sacando tajada.
Y países robándose unos a otros material.
Ahora dicen que piensan recomendar el uso de mascarillas en general.

Esto último preocupaba sobremanera a nuestro personaje, ya que encontrarlas era por demás duro. Insistía el ministro de Sanidad que no las impondría mientras no pudieran suministrarlas, pero es que casi todas las farmacias avisaban de que no las tenían en carteles en el exterior para que nadie las pidiera. Aquella donde estaba nuestro protagonista era la única que en aquellos días había permitido comprar ciertos útiles de protección. En estas andaba nuestro protagonista, cuando se dio cuenta de que ya solo tenía delante de él al muchacho al que había preguntado al llegar. Ambos convinieron en que atendieran antes a una mujer de avanzada edad que llegó en ese momento.

Muchas gracias, hijos ⸺agradeció la señora al salir⸺. Pero tú tienes que protegerte más. Que vas casi a pelo ⸺añadió señalando a nuestro protagonista.
Ya lo sé, señora, a eso vengo ⸺respondió Fran y entró en la tienda.

Como Fran había supuesto, la farmacia aún atesoraba algunos guantes sanitarios y unas pocas mascarillas.

Pero son quirúrgicas, habría que desecharlas tras cuatro horas ⸺dijo la farmacéutica.
Bueno, menos es nada, dame tres ⸺contestó nuestro protagonista pensando en su familia.
Son 21 euros, seis cada mascarilla, mas los guantes. Te los sabes quitar y desechar ¿no?
¿¡Seis la mascarilla y hay que tirarlas!? ⸺preguntó Fran.
Es lo que hay, sé que no es agradable.
Vale, me las llevaré ⸺sentenció con lacónica resignación.

Al salir de la farmacia, Fran tenía el material que había ido a buscar. Pero se preguntaba si en algún momento se podrían normalizar los suministros, y sobre todo si ese gasto se podría mantener mucho tiempo. Curiosamente, conseguir los enseres necesarios le había traído más preocupaciones que alivio. 
 

Doña Marta y su gozo.

La verdad es que con la cuarentena estoy releyendo un montón de tebeos y me está viniendo bien para actualizar mis reseñas —dijo Juan Gordal.
Yo me estoy estudiando otra vez varios libros sobre historia. Al menos aprendemos.
Pero sin duda, la que mejor se lo pasa en estas condiciones es mamá.
Ayhijosesquemenos
malqueestohasidoen
SemanaSantaahora
ponenmuchasmisas
queesunaalegría
tremendayosiempre
habíaidoalaiglesia
peromeheacostumbradoaestoyahoraveoalosobisposyelPapay
vanaponerlasprocesionesdeotrosañosyaqueestenosepuede...
Y es que Doña Marta Palacios estaba hasta disfrutando aquellos días recluida. Desde luego, las ganas de pasear y de salir a la calle estaban siempre presentes, pero desde que estaba recluida, no dejaban de llamarla ex compañeros, la tía Clara, amigas... Y por si fuera poco en la televisión le ponían los actos religiosos que siempre le llenaban de gozo.

YademásmehadichovuestratíaClaraqueMonseñorMunillahadichounaspalabrasmuybonitasque
vanaemitirnosédóndeaversiluegopuedooírlasypondráncinereligiososeguroqueReydeReyesyLa
Historiamásgrandejamáscontadaquenomelasvoyaperder...
Bueno, mamá, me alegra que tengas algo para distraerte, y que no pierdas la juerga mística.
Ayhijosperonoesigualelgozodeiralaiglesiadetocarlasimágenesymiradahorasacerdoteseniglesias
vacíasynopoderestarenlaprocesióneselprimerañoquenomevoyalosoficiosmedamuchapenaaunquesé
queesporunmotivoimportante...
Bueno, mientras haya torrijas es una Semana Santa.
Síqueyatengoahílalecheelpanylacanelaparaprepararlassólofaltaquemepongatenemostodolo
necesarioparahacerlasnovamosaperderloquepodamostenerdevidanormalqueesmuyimportante
mantenerlo...
Ya ves, Juan. La juerga mística puede llenar tu vida. 

 

miércoles, 1 de abril de 2020

Controlando la plaga.

Joder, se aburre uno aquí frotando —dijo nuestro protagonista mientras se lavaba las manos después de volver de una de las salidas que permitía la cuarentena para comprar productos esenciales.
Por lo menos mamá encontró el otro día el gel hidroalcohólico, que hasta hace tres días sólo teníamos colonia.

Cada vez que uno ponía el pie en la calle durante aquellos días sabía que se estaba exponiendo a un contagio de un virus muy malo. Y para evitarlo, al volver había que tomar unas precauciones exageradas de higiene y de costumbres. El siguiente paso, que nuestro protagonista no había oído a nadie recomendar, pero que él seguía escrupulosamente, era coger la ropa que había llevado a la calle y dejarla en una habitación aparte.

Hala, al rincón de la enfermedad —sentenció Fran.
Y también hay que limpiar superficies de contacto, pomos de puertas... —terció Juan.
Así se nos iba la colonia, y el gel, y el friegasuelos...
¿Quieres que te ayude?
No, deja, así me entretengo diez minutos más.
Qué mierda, cuando uno no está de precauciones está intentando pensar en otra cosa.
A ver si se pasa esto, es insufrible. 
 

Paseo en familia en cuarentena.

¿Cuánto te queda, Fran? —preguntó Juan Gordal.
Veinte minutos, me he puesto hace cuarenta —respondía nuestro protagonista.
Bueno, está bien que aunque sea así andes.

Y es que la cuarentena por la pandemia que afligía a la ciudad y el planeta de nuestro protagonista había impuesto cambios en la rutina habitual inimaginables hasta hacía poco. Uno de ellos era este, la necesidad de caminar cada día cierta distancia, en combinación con la imposibilidad de salir de casa, había hecho que los paseos fueran un recorrido por los pasillos de la casa. Nuestro protagonista los subía y bajaba una hora cada día, poniendo la radio de fondo. Una radio que sólo emitía en aquellos días dos tipos de programas: bien información sobre la pandemia, o eventos pasados de deportes o espectáculos.

¿Notas sus efectos, Fran?
No despeja como salir a la calle, pero sí, al menos siento que el cuerpo se va desentumeciendo.
Puesvoyaporbarloyohijoqueademásdicenqueamiedadsoygrupoderiesgoytengoqueandarpara
desentumecermequetengoproblemasdecirculaciónydicenquepuedensalirhastatrombosmevoyaponermediahoraquesidicesquevabien...
Bueno, mamá, ¿puedes esperar a que acabe? Es que el pasillo no da para los dos.
Yovoyaestarmenostiempohijoyosoloandomediahoraperoesquelonecesitoquesinomevoyaquedar
anquilosadaycomohevistoquehabéistenidoestaideameparecequetengoqueempezarahacercosaspara
mantenerlomásposiblelaforma...
Media hora dices. A mí me quedan veinte minutos.
Puesvoyaempezaraandarquetengoquehacerejerciciosyaveremoscomolohacemoslosdosperoyo
tambiéntengoderechoadesentumecermeunpocoojaláprontoelpaseoseaporelRetiroporquelaverdadque
esoesmuchomásagradable...

De modo que durante veinte minutos, nuestro protagonista tuvo que hacer aunténticos quiebros para compartir el pasillo consu madre y no arrollarla con su paso. Pero compartir ese "paseo" con ella también reforzó su confianza en su fuerza y en sus allegados.