lunes, 29 de junio de 2020

Mascarillas y riesgo.

Pues qué quieres que te diga, Juan, viendo a la gente creo que tenía razón la OMS cuando dijo que era reticente a recomendar el uso general de mascarillas porque se olvidaban otras medidas al tener una falsa sensación de seguridad —dijo nuestro protagonista observando desde el cristal exterior aquel local que exhibía una pegatina de que era seguro frente a la pandemia que se había extendido por el planeta que habitaba mientras en su interior la gente se agolpaba y compartía cervezas y tapas con una promiscuidad digna de un banquete vikingo.
Y allí no se ponen ni la mascarilla que es lo único que les ves respetar en la calle.

Los últimos días era un tema recurrente en las conversaciones de la gente que el país de nuestro protagonista iba a levantar el estado de alarma que durante varias semanas había regido la vida en las ciudades y calles del territorio nacional. Teóricamente se confiaba en la responsabilidad de los ciudadanos para que mantuviesen unas medidas de higiene y orden que mantuvieran al molesto y letal virus a raya, pero desde el mismo momento que se relajó la cuarentena era del dominio público que fuera de casa y tratando de llevar una vida cotidiana común era mucho más difícil que la población tuviera presente que el riesgo seguía existiendo.

La verdad es que somos como putos críos, que yo entiendo que si hay que ir rápido al trabajo y coger el transporte público haya lugares donde la aglomeración y el contacto sea inevitable, pero estar ya la gente que solo les falta celebrar orgías...—comentaba Fran—. Juan ¿me oyes?
Es que ahora que lo dices... —comenzó a contestar su hermano señalando en cierta dirección.


Y Fran cayó. Nunca hasta aquel día había prestado atención a una pareja que se besara en la calle. Pero lo que le mostraba su hermano bien merecía sombro y atención. ¡¿Pues no estaban aquellos dos novios besándose a través de sus mascarillas?!

Pues nada, lo próximo tener sexo en mitad de la calle, pero eso sí, con el trapito en la cara —dijo nuestro protagonista.
Bueno, ¿te vas a poner en plan vigilante?
Mira, Juan, sabes que nunca me he fijado en cómo nadie se pega el lote, pero es que me preocupa ver que no seamos conscientes de lo que se puede y lo que no ante este problema.
Te has vuelto más escrupuloso, se ve.
Quizá, fíjate si será extraordinaria la pandemia que ha logrado que me fije en eso.

miércoles, 24 de junio de 2020

Katie Taylor - Delfine Persoon: el boxeo femenino alcanza al masculino.

Tengo que decirlo, no seguía mucho el boxeo de mujeres, pero creo que este combate es el primero que veo que realmente demuestra que pueden ser tan guerreras y atléticas como cualquier gañán ⸺comentó nuestro protagonista.
La ausencia de deporte esta cuarentena te ha hecho fijarte por primera vez en ello ¿eh?
Hombre, me alegro de que poco a poco el deporte vaya volviendo, pero a Taylor la conocíamos. Lo que necesitaba era quien le diera réplica.

Aquella cuarentena, ante la ausencia de nuevos eventos, había puesto a los aficionados a cualquier deporte a ver competiciones antiguas grabadas. Nuestro protagonista, que nunca se había opuesto al boxeo femenino, sin embargo no lo seguía con el mismo interés que el masculino. No por nada, es que pensaba, lógicamente, que el de hombres era más cercano a él. Cosas como los combates a diez en vez de a doce asaltos, y que cada round durase solo dos minutos en vez de tres le chirriaban. Aun así conocía a la fenomenal boxeadora irlandesa Katie Taylor. Y es que esta mujer era realmente una fuera de serie. Comparable en mucho aspectos en técnica, en capacidad a los mejores Mayweather, Pacquiao, etc. Pero en la cuarentena, su búsqueda de boxeo le había llevado a prestar atención a todos los eventos sin excepción, y había descubierto aquella joya del pugilismo femenino. En su 14 combate la irlandesa había encontrado por fin una mujer a la que no podía reducir a la insignificancia. La belga Delfine Persoon había logrado sorprenderla de salida, y en una reacción inverosímil, Taylor entró a ese combate encarnizado.

¿Tú que crees, Juan? ⸺preguntó nuestro protagonista⸺. ¿No pudo evitar esa confrontación o no quiso?
Siempre que se ve a una figura en dificultades uno se pregunta cosas así, pero yo no creo que si hubiera podido desplegar su técnica Taylor entrase en esto.

El caso es que a mitad del combate se había nivelado bastante la cosa, con ambas boxeadoras muy cerca en las puntuaciones. Y los rostros de ambas mostraban señales del intercambio.

Debo confesar, a riesgo de parecer machista, que ver a chicas con el rostro así me resulta sorprendente y para mal ⸺comentó Fran.
Bueno, mira el último asalto ⸺le contestó Juan.

En este último la belga salió a por todas, y de nuevo por momentos desarboló a Taylor. La decisión final del combate sería dura, y cayó de forma dividida del lado de Taylor. Como era de esperar no contentó a todos.


Yo creo que ganó Persoon, pero cuando uno, o una en este caso, tiene la fama de Taylor suelen contar para ella ⸺dijo Juan.
Puede ser. En todo caso el mejor combate femenino que he visto, y qué ganas de que vuelva ya el boxeo ⸺sentenció nuestro protagonista.

Como siempre, y especialmente cuando, como es el caso, la decisión es discutible, este blog les ofrece el combate y datos para que ustedes opinen. Disfrútenlo, vean de lo que son capaces las mujeres, y aguanten, que ya queda poco para volver a tener nuevos combates.


Record hasta la fecha de Katie Taylor, aquí.
Record hasta la fecha de Delfine Persoon, aquí.

lunes, 22 de junio de 2020

Acertar con Juan en su cumpleaños

Pero si ya sabéis que a mí estas cosas no me van, que solo quería las lentillas y las camisetas — dijo Juan con una sonrisa nerviosa en la cara.
Joder, Juan, cada año estás más melindres —respondió nuestro protagonista.
Ni nombres mi edad, que ni siquiera sé cómo estoy en este punto.
Bueno, te hemos preparado esta comida especial y esta tarde van a venir todos, Carolina, Alvarito, el tío Paco, la tía Maria Cristina... Y mamá se ha esforzado para que tengas lo que querías.
Qué suerte tuvo mamá, ahora que lo dices, que tuvo el cumple encuarentena y no se hizo nada...
Bueno, pues mira, hazte tú lo que quieras que ya hartas.

Conociendo era difícil acertar con Juan, cada año más, pero Fran y Doña Marta se habían esforzado para que tuviera algo mas que la escritura de cómics, que seguía copando su cabeza. Pero Juan, como siempre, solo quería que lo dejaran encerrarse en paz con sus cosas. En aquel momento llegó Doña Marta Palacios sudando y jadeando pero con las lentillas en la mano.

Aquíestánhijoque
yoqueríacomprartealgo
útilcomounaestantería
partucuartoodosaltavoces
paraelordenadorounos
muñequitos
deesosquetienes
variosenlacajapero
noabresqueatite
gustanounaparato
nuevodedeuvedesesdeesos...

Entonces la cara de Juan cambió:

¡Gracias, mamá! Era justo lo que quería.
Ya decía yo que intentar sorprender a éste y quedar bien era casi imposible —comentó nuestro protagonista— . Yo lo he intentado. Espero que lo que he hecho con el bogavante y el postre...
Estoy deseando probarlo, Fran. Gracias a todos.
Yhemosquedadoluegoconlosquenoveíamosdesdeantesdelacuarentenaquenosvamosareunirenla
terrrazadeabajoytetraeráncosasaversiconseguimosalfinalquetengasuncumpleañosbuenoqueesloque
todosintentamos... — añadió Doña Marta.
Si están las lentillas y la ropa ya todo es diferente —decía Juan— .Ya podéis hacer lo que queráis.
Al final todo es cuestión de traer las cosas adecuadas para cada persona —concluyó nuestro protagonista.

domingo, 14 de junio de 2020

La guinda a la desescalada.


Bueno, si quitamos el tema de las mascarillas que lleva todo el mundo, y que casi no se puede ir al servicio en ningún sitio, aquí estamos practicamente como estábamos ⸺dijo Juan Gordal.
Y también estemos sentados en un banco vigilando una distancia ⸺respondió nuestro protagonista.
Alégrate que no hace tanto que los paseos eran vueltas al pasillo de casa. Ya hasta puedes tomarte una cerveza en una terraza. Si encuentras sitio, claro.

Y es que aunque la normalidad completa parecía lejana, y desde luego existían diferencias entre salir a la calle ahora y hacerlo antes de la pandemia que se había abatido sobre el mundo de nuestros protagonistas, ya eran pequeños detalles los que separaban de la rutina habitual, y no al revés , lo que nos acercaba a ellos recordándonos que la vida seguía. Ahora uno salía a la calle mucho más tranquilo, y si en los primeros días de "libertad" casi no se veía tráfico en las calzadas ni gente por las calles, ahora ya se podía tener en los parques y calles compañía de niños jugando, adolescentes quedando en grupo, vejetes tomando cafés y cervezas en terrazas, etc.

Sin embargo yo siento que me falta algo, y no me refiero a poder ir sin mascarilla dijo Fran.
¿Tías? Preguntó Juan.
Podría ser, pero sabes que ligo menos que ningún tío de mi edad, salvo quizás algún sacerdote.

Entonces se acercó un hindú con un carrito y dijo una palabra que Fran casi había olvidado:

¿Cerveza?
¿Qué opinas, Fran? preguntó Juan
¡Ahora mismo! Gracias, no sabes el peso que me quitas de encima.
Tres uro dos lata respondió el indio.
¡Como si fueran diez! Ahora sí que estamos de vuelta gritaba eufórico Fran
La cerveza tenía que ser. Lo imaginaba dijo Juan.

jueves, 11 de junio de 2020

Cine en tiempos de pandemia.

Llevando ya casi una vida normal, tal como era la vida anterior a la pandemia que había smido en el confinamiento a la tercera parte de la población de su planeta, nuestro protagonista reparó en que los autobuses que volvían a circular llevaban anuncios de películas como Onward, la última de la factoría Pixar, y que él y su familia pensaban haber visto en el cine poco antes del recogimiento forzoso en casa. En un momento en que habían vuelto varios espectáculos, como el fútbol, los cines también se acercaban a la reapertura. Pero había unas enormes dudas al respecto, ya que como todos los lugares donde tendiera a concentrarse gente debían limitar su aforo, y las distribuidoras no tenían claro que así compensara reabrir. Además, el plan gubernamental para recuperar la normalidad no era uniforme en todo el país, y eso añadía otra duda, ya que el estreno de las películas sin las dos ciudades más importantes tampoco garantizaba cubrir costes.

Puesnosapañaremos
conlateleque
hapuesto
unascuantas
muybuenasaversiprontopuedenestrenar
aunquelosOscar
losGoyayotros
premioshandicho
quevistaslas
circunstanciaseste
añoadmitenpor
primeravezpelis
quenosehayan
estrenadoencine...repetía a intervalos regulares Doña Marta Palacios.
Yo ni se las que han ido saliendo, o las que hay ahora en cartelera. Solo esa Onward que la he visto en los autobuses, y la que anunciaba en el Twitter Michael Moore, The planet of the humans, un documental sobre el engaño del capitalismo verde ⸺respondía nuestro protagonista.
AyhijoscomocuestacualquiercosameacuerdoqueparaquevinieranCarolinayAlvaritoatomaralgoen
unaterrazahuboqueesperarvariosdíasybuscarelmomentoadecuadoyparairalcinequeeraalgomuchomás
normalhayquemontarestepollo...
Parece mentira, pero ni la ficción del cine se escapa a los requisitos pandémicos ⸺intervino Juan.
Sí, la ficción no altera la realidad, pero al revés sí ⸺concluyó Fran. 
 

viernes, 5 de junio de 2020

Las manos al rojo.

Poneos un poco de gel antes de pasar, por favor ⸺dijo el dependiente de la tienda de cómics a Juan y Fran Gordal
Bueno, yo tengo guantes ⸺respondió nuestro protagonista.
Mejor prevenir.

Este era uno de los cambios más extraños y recurrentes de lo que se había dado en llamar "nueva normalidad": ahora los establecimientos estaban obligados, entre las medidas destinadas a evitar el rebrote de la pandemia que hasta hacía poco había paralizado el planeta de nuestro protagonista, a disponer de un gel hidroalcohólico a la entrada para frotarse las manos, de modo que lo que se tocara recibiera los menos virus y microbios posibles. Muchas tiendas, además disponían de una caja de guantes de látex al lado del mismo, pero para no gastar y producir desperdicios nuestro protagonista solía preferir llevar los suyos. Juan Gordal se interesó de inmediato por Yo Dragón, un cómic de Juan Giménez de fantasía psudomedieval y dragones, como su título indicaba. Este autor por desgracia había muerto de la enfermedad infecciosa descrita. Como solo estaba el primer tomo de dicha obra, Juan lo dejó en su sitio. Al salir el dependiente les recordó que debían desinfectarse. Era necesario, pero cargante. Nuestro protagonista dijo, eso sí, de buenos modos, que no había tocado nada.

Da igual, es necesario ⸺dijo el dependiente.
Y lo entiendo, por eso lo hago, pero estoy empezando a sentir que casi me salen ampoyas de tanto refrotarlas.
Yo también lo tengo que hacer, si te sirve de algo ⸺respondió el tendero.

Al salir Fran intentaba recordar las veces que desde que empezó el día había tenido que pasar por ese trago:

Al ir al super, al coger el pan, los periódicos, comprar cuencos en el cine, cada vez que he vuelto a casa, después de comer o ir al baño...
Y no olvides en la farmacia donde hemos pasado a comprar precisamente últiles pandémicos, en el chino donde hemos cogido coca-colas, en la frutería, las flores que le hemos llevado a mamá...
Bueno, lo menos el alcohol se evapora, no se acumula como las mascarillas.
Pero luego está el tema de los guantes, también se gastan. Habrá que tener en cuenta también la contaminación.
Bueno, mientras no inventen nada mejor, es lo que hay. 
 

Imprevistos pandémicos.

Buena, ya sabes, tienes que traer huevos, pan rallado, aceite de girasol, y limón. Date prisa que entre unas cosas y otras se nos ha hecho tarde ⸺dijo Juan a nuestro protagonista.
Sí, después de empezar a corretear tarde es lo que pasa ⸺respomndió Fran⸺ Tengo que ducharme, afeitarme, vestirme...
¡Date prisa, que siempre tenemos la misma! ¡Ya es tarde!

Nuestro protagonista pensó en miles de cosas que podría responder a su hermano sobre el uso del ordenador por la mañana, sobre despertarse más temprano... Pero viendo que Juan se dirigía a hacer los preparativos de la comida, se tragó su réplica y se encaminó a hacer los recados que le habían encargado. Pero en el baño se encontró otrro imprevisto:

Esperahijoquesemehacaídoaquíelsuavizantequeibaausarenlalavadoraqueestabaponiendotengoque
recogerloademásaquíestálamascarillaquehesacadotengoqueguardarlaylaropaquehesacadocuandohe
idoaveramisamigasdelatertulia...
¡Me cago en la leche! Bueno, es necesario, pero por favor, date prisa ⸺respondió nuestro protagonista intentando que no se le notara la desesperación.

Doña Marta tardó unos veinte minutos en llevar a cabo aquellas tareas, antes de que nuestro protagonista decidiera entrar y ayudarla temiendo que si no podían llegar las tres y media de la tarde sin que hubiera bajado.

Ayhijoqueimpacienteeressisoloestabadoblandolaropaqueahoratengoqueponerlalavadorayquitarlo
queyaestáencondicionesyaheguardadolosguanteslasmascarillasylosútilesparalapandemiaahorame
voyllevándomelasbasuras...
¡Daos prisa, cóño! Que ya tengo el caldo haciéndose y el pollo marinado ⸺gritó Juan.

Nuestro protagonista corrió todo lo que pudo, afortunadamente tenía ya ropa preparada para ponerse, pero tuvo que dejar su pijama y su ropa de casa manga por hombro, no recogerlo ni poner en su sitio las botellas de gel y champú del baño... Un montón de cosas a medias antes de coger la bolsa, los guantes, revisar la lista... Por fin pudo bajar y correr al supermercado.

Te lo tomas con calma ¿eh? ⸺dijo Juan con un retintín sarcástico muy evidente.
Céntrate con la comida, pesado ⸺voceó Fran al salir.

Ya en la calle nuestro protagonista sentía la rabia hervirle por dentro mientras se dirijía al supermercado. Entró y pensó en dirgirse lo primero s donde estuviera el aceite de girasol, cuando la cajera le cortó:

¿No tienes mascarilla?

Entonces nuestro protagonista calló en que en todo el jaleo descrito se había olvidado coger dicho útil sanitario, que era obligatorio en espacios cerrados. Tragándose una vez más la rabia y la desesperación respondió que no, que no la llevaba.

Pues lo siento, así no puedes pasar.

Fran se rió por no llorar, pero efectivamente ante el problema sanitario no se podían ignorar las medidas sanitarias. Todo su empeño se había ido al garete en un segundo. Pues ahora, pensó, diga Juan lo que diga, me voy a tomar el tiempo necesario.